En el 25° aniversario del Caracazo, reproducimos el artículo editado en el Organizador Obrero Internacional N° 22
del 20 de marzo de 2013.

LOS VERDADEROS COMBATIENTES ANTIIMPERIALISTAS DE VENEZUELA SON LOS EXPLOTADOS QUE SE INSURRECCIONARON EN EL CARACAZO CONTRA EL FMI Y QUE EN EL ´96/´97 RECUPERARON LOS SINDICATOS Y LAS ORGANIZACIONES OBRERAS PARA LA LUCHA

Plantear que Chávez fue quien encabezó la lucha antiimperialista de las masas venezolanas, que es la expresión directa de estas luchas y que no las terminó de llevar hasta el final, y que para ello necesita la presión de los socialistas y de las masas, es una traición al proletariado. Es embellecer a la burguesía nacional venezolana.
Es encubrir a los asesinos de los obreros. Es decirle al proletariado que hay burgueses “buenos” que vinieron a hacerles concesiones a humildes que no se las pueden conseguir por sí mismos. Es pintar el mundo al revés. Es envenenar la consciencia de las masas. Repetimos, esto es ser un vil traidor.
Esta posición no tiene que ver con la vida, ni con el chavismo, ni fundamentalmente con el marxismo. El chavismo y el nacionalismo burgués son la expropiación de la lucha antiimperialista del proletariado y los explotados de las naciones oprimidas del continente.

Hablemos claro. El que enfrentó al imperialismo; el que derrotó a la IV república y al pacto de Punto Fijo; el que lo demolió desde sus cimientos no fue Chávez ni esa casta de oficiales asesina del ejército venezolano, que masacró a más de 2000 obreros y campesinos del Caracazo en una de las más grandes masacres históricas protagonizada por los explotadores contra los explotados en un combate de masas en 1989.
El Caracazo fue una de las jornadas y luchas antiimperialistas más fenomenales de la clase obrera latinoamericana.
Ésta fue una gesta extraordinaria contra el estrangulamiento que, con las deudas externas y el FMI, le imponía el imperialismo a los pueblos oprimidos de América Latina. Esto es lo que los lacayos de la burguesía no quieren que se diga. Esa es la verdad.
Fue el Caracazo el que dejó herida de muerte a la IV República y a su plan de ataque a las masas. Fue una verdadera semi insurrección de masas que chocó violentamente en durísimos combates de barricadas en las calles contra la soldadesca asesina bajo las órdenes del FMI.

Hoy, cuando vemos en Libia y en Siria cómo se desintegró el ejército y millares de soldados rasos se pasaron al lado del pueblo con sus armas en la mano, y lo comparamos con el Caracazo de ayer y vemos la acción de Chávez en el mismo, podemos ver cómo se desenmascara toda la demagogia obrerista y populista del “socialismo del siglo XXI”. En el Caracazo, Chávez y los asesinos de esa casta de oficiales se cansaron de matar a obreros. Sus generales y coroneles bolivarianos tienen todos las manos manchadas con sangre obrera. Ninguno de la casta de oficiales se pasó con sus armas a luchar con el pueblo insurreccionado.
En el Caracazo, las trincheras de clase estuvieron claras. El engaño del chavismo años después y toda su labor hasta hoy consiste en disolver esas fronteras de clase y enterrar bajo la loza de los cementerios a los explotados que lo combatieron. Chávez vino con su golpe de estado en 1992 cuando ya la marea revolucionaria había pasado, las masas ya habían sido masacradas, y se acentuaba un provisorio reflujo de los explotados.
Quieren que los oprimidos se olviden de sus enemigos y opresores y hacerlos pasar como sus aliados. Ese es el movimiento bolivariano: un puñado de asesinos del pueblo, llevados al poder para engañarlo sobre el hombro de todas las corrientes reformistas y burocracias de las organizaciones obreras del continente americano.
El Caracazo fue una fenomenal semi-insurrección de masas. Para el sindicalismo y el obrerismo, que no haya sido una lucha organizada desde las organizaciones obreras, es decir por los sindicatos, no le da a éste un carácter histórico y revolucionario de acción de los explotados. Esta posición ignora, como visión sindicalista, que el inicio de todo proceso revolucionario es, una acción de masas independiente, que enfrenta políticamente al régimen y al gobierno burgués. La misma rompe todo control del estado burgués y de todas sus instituciones.
Se comienza a distinguir quienes son los enemigos. Sus participantes fecundan sus ideas y su acción insurreccional en la medida que ellas ven una salida por momentos desesperada para los dolores de su existencia. Ahí está su consciencia elemental que supera los límites inclusive de sus organizaciones a las que debe superar y muchas veces ignorar para entrar al combate.
Como decía Lenin y Marx, toda revolución es una fenomenal acción de masas donde intervienen masas que nunca lo hicieron. Entran al combate “pobres diablos”, que siempre fueron librados a su suerte por las aristocracias y burocracias obreras.
Pelean hasta los porteros, al decir de Trotsky. Y allí radica la fuerza de esta lucha política de masas. Es que el proletariado no está solo. Amplios sectores de las masas entran al torrente revolucionario. Lo acompañan millones de explotados en el combate, inclusive clases medias arruinadas se incorporan al torrente de la lucha. El sindicalista no entiende que esto es expresión de fortaleza de la clase obrera, son arrastradas al combate masas desencantadas que en toda su vida han seguido a todas las instituciones burguesas y jamás antes han entrado a la lucha. Son aquellos millones de explotados que no son tenidos en cuenta por los sindicatos y las organizaciones obreras dirigidas por la burocracia, que no agrupan a más de un 5 o 10% de la clase obrera.

En Venezuela esto tiene un enorme significado. Allí, en un país monoproductor de petróleo, en los ’90 el barril pasó a valer 8 dólares. El estallido de una lucha política de masas era inminente. Es que la hambruna generalizada se había extendido en toda la población.
El 82% de la población vivía –y sigue viviendo- por debajo de la línea de la pobreza. El 70% de la fuerza de trabajo está en una desocupación crónica. Millones de trabajadores y campesinos hambrientos y semi-analfabetos se agolpan en los cerros de Caracas y las grandes ciudades.
Una primitiva economía informal había dejado, como lo hace hoy, a millones de obreros desocupados librados a su suerte. En el Caracazo fue la central sindical de la CTV la que jugaba todo un rol contrarrevolucionario de dejar separados a los desocupados de la clase obrera ocupada. En esa acción revolucionaria, la CTV estalló por los aires.

El Caracazo, el hambre y los impuestazos son los que unieron las filas obreras. Fue el látigo del capital el que empujó a todos los sectores a una irrupción revolucionaria espontánea.

En esto consiste la lucha política de masas, que el economicista-sindicalista jamás podrá entender. En la lucha política queda atrás la fase de paz social. Los explotados en el medio del crack y la crisis ya no ven que presionando sobre los patrones pueden conseguir más nada. Sienten que hay que golpear al gobierno, al régimen para no morir de hambre. Es un peldaño altísimo en relación a la lucha económica y sindical, pero inferior a una insurrección organizada con objetivos y metas claras para arrebatarle al enemigo el poder.
Esa es la fortaleza y la debilidad de toda semiinsurrección o revuelta espontánea de masas; porque rompe el aislamiento de la clase obrera, pero en última instancia no logra centralizarlo y encausarlo en una estrategia soviética, porque el proletariado no tiene una dirección revolucionaria a su frente capaz de establecer la alianza obrera y campesina o la alianza obrero y popular.

El Caracazo fue una semi-insurrección que no tuvo un partido revolucionario al frente y de ahí su principal limitación puesto que su resultado en lo inmediato, que dejó herido de muerte al régimen del Pacto de Punto Fijo, no logró avanzar a poner en pie organismos de doble poder, es decir, soviéticos, de toda las masas que ingresaron al combate revolucionario, ni pudo terminar de partir al ejército horizontalmente y transformarse en una insurrección victoriosa. Ello facilitó la expropiación posterior por parte de la burguesía de ese fenomenal e histórico combate de masas, que fue el primero y más decisivo combate histórico de las masas latinoamericanas contra el estrangulamiento y el saqueo de los países del continente por parte del imperialismo mediante las fraudulentas deudas externas... la más grande estafa del siglo XX.
El Caracazo se dio, en el momento en que retrocedía el proletariado mundial y llegaba la noche negra de la restauración capitalista en los ex estados obreros. De allí su carácter “inconsciente”, “fugaz”…. olvidado, pero que pese a ello y pese a todos dejo sin legitimidad al régimen de la entrega y la miseria del pacto de Punto Fijo y selló su muerte.
Aunque por estas condiciones internacionales, su resultado se viera en cámara lenta y le diera tiempo a la burguesía para ordenar su salida, sin una crisis revolucionaria en las alturas, que luego el chavismo, como aborto de ese proceso, capitalizó.
El Caracazo fue la acción más grande anti imperialista de masas de la clase obrera venezolana y el chavismo
fue su negación. Sus aliados no fueron los generales expropiadores de su combate sino el proceso de revoluciones que posteriormente y ya ingresados al siglo XXI continuaron su labor como los levantamientos revolucionarias anti imperialistas de Ecuador, Bolivia, Argentina, etc. Esta es la verdad y la tarea del marxismo revolucionario consiste en correr el velo de la trampa y la mentira que las direcciones traidoras del proletariado desparraman sobre los explotados para que estos dejen de confiar en sus fuerzas y se sometan a la manipulación y al engaño, al populismo de manos vacías de las clases explotadoras.

El Caracazo venezolano abrió el periodo histórico de ruptura de la paz social y abrió una fase de guerra civil que aún está latente en las condiciones de Venezuela, en las condiciones latinoamericanas y a nivel mundial. Es que esta vez, desde el 2008 es el capitalismo el que ha recibido “su ‘89” y deja cada vez más al descubierto a ese populismo chavista de manos vacías.
Como decía Trotsky: “La verdad es que la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases cuando esta, al romper los marcos de la legalidad llega a situarse en el plano de un enfrentamiento público en cierta medida físico, de las fuerzas en oposición. Concebida de esta manera la guerra civil abarca las insurrecciones espontáneas determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionarias, la insurrección por la toma del poder y el periodo de liquidación a las tentativas de levantamiento contrarrevolucionarias”. Indudablemente lo que el chavismo vino a interrumpir es esa secuencia. Pero esa secuencia es el triunfo de la revolución proletaria. Por ello la revolución bolivariana no es más que su aborto.
El Caracazo tuvo su paradoja, abrió una situación revolucionaria en Venezuela que terminó dándole el poder a Chávez que vino a abortar la emergencia del doble poder soviético, y la ruptura horizontal del ejército. En ello jugó la vida y su propia existencia todas las direcciones traidoras del proletariado mundial, reagrupadas y centralizadas todas en el FSM.
Así definía Trotsky la revolución de febrero, con esta paradoja. Afirmaba: “La burguesía tomó el poder a espaldas del pueblo. No tenía ningún punto de apoyo en las clases trabajadoras. Pero, con el poder consiguió algo así como un punto de apoyo de segunda mano: los mencheviques y los Socialistas Revolucionarios. Elevados a la altura por las masas, otorgaron un voto de confianza a la burguesía. Si examinásemos esta operación desde el
punto de vista de la democracia formal, nos encontraremos ante algo parecido a unas elecciones de segundo grado, en las cuales los mencheviques y SR desempeñan el papel técnico de eslabón intermedio, esto es, de compromisarios electorales de los cadetes.”
Estos son los stalinistas, el castrismo, sostenidos y legitimados por los renegados del trotskismo: electores intermedios de Chávez, los Kirchner, los Lula, Los enfrentamientos durante el Caracazo dejan miles de mártires los Morales y…LOS OBAMA.

Posteriormente, surgió una oleada de lucha de los trabajadores contra el paquetazo de Caldera en el ’97.
Con marchas en las calles, paros, huelgas y duras luchas se derrota el plan de Caldera. Del ‘96 al ‘98 la clase obrera recompone sus fuerzas. Queda atrás el reflujo luego de la masacre del Caracazo. La clase obrera latinoamericana comienza luchas ofensivas. Comienza la revolución ecuatoriana. Una oleada de huelgas y luchas sacude a la Argentina. Es el despertar de las masas del subcontinente. El proletariado venezolano recupera comités de fábricas y sus sindicatos, e inicia un auge proletario con durísimas luchas contra la burocracia y la patronal.
Pero las viejas organizaciones recuperadas y las nuevas conquistadas son luego, en el ‘98, estatizadas, puesto que toda la izquierda que se encaramó en esa lucha terminó apoyando a Chávez y le entregó a éste el control de las grandes organizaciones de lucha conquistadas.
La clase obrera venezolana fue la vanguardia, en los ’90, del proletariado latinoamericano con una fenomenal lucha política de masas, que fue el Caracazo, y con un auge proletario en el ‘96/’98 que terminó de demoler al régimen del Pacto del Punto Fijo y sus partidos. Así, la burguesía aterrorizada, fue a buscar a su coronel “nacionalista” y progresista” para engañar a las masas, desviar el ascenso revolucionario y cerrar el paso al avance de la revolución socialista en Venezuela, que se venía abriendo camino en una década de combates.

Carlos Munzer