FRANCIA - 13 de diciembre de 2018
Francia: enormes acciones independiente de masas
La clase obrera no tiene la dirección que se merece
La última palabra no está dicha. La burguesía tiene a su favor una enorme conciencia de clase histórica y agentes pagos a los que hace jugar a cada uno su rol. La clase obrera no tiene la dirección que se merece y eso hace peligrar a cada paso su ofensiva. La espontaneidad de las masas tiene un límite, que está dado por el carácter contrarrevolucionario que tienen las direcciones del movimiento obrero pagas por la burguesía.
Pero esta tiene un problema: no puede hacer concesiones, ni reformas. El dominio franco-alemán de Maastricht no se lo permite.
El Mayo Francés del ’68 fue desviado y el Partido Comunista logró retomar el control del movimiento obrero, porque para expropiar semejante combate revolucionario, la burguesía tuvo que dar 35% de aumento de salario, el porcentaje más alto conseguido por la clase obrera en Francia y toda Europa en la segunda postguerra. Solo así pudo retornar De Gaulle, con el Partido Comunista traicionando nuevamente la revolución francesa.
Ese es el dilema actual. Con las propuestas que hace con Macron, la burocracia sindical ya ni siquiera puede disfrazar como una conquista a la estafa del gobierno.
La clase obrera, en su experiencia, comienza a distinguir cada vez más a su enemigo. Esta vez sabe que sin derrocar a Macron no podrá conseguir nada por lo que pelea. Es que los trabajadores ya perdieron casi todo con las luchas de presión a las que los condujo la burocracia sindical. Ya quedó atrás el engaño de que el ajuste y la ofensiva de los capitalistas se podían “morigerar”, “negociar”… Que en la Asamblea Nacional se podían “anular” los ataques del gobierno… Ya atrás quedaron las 35 horas semanales. El choque de clases es inevitable. La V República está en crisis.
La burguesía se anticipa y prepara salidas para frenar una eventual crisis revolucionaria. Sabe que si hoy no para esto con engaños y mentiras, ya sean de carácter económico o edulcorando su régimen de dominio, deberá sacar a sus Fuerzas Armadas a las calles, cuestión que sería muy riesgoso en Francia, pues cada vez que la burguesía utiliza a su ejército para reprimir a su propio pueblo, se plantea la ruptura horizontal del mismo. Son los hijos, los hermanos, las parejas de los trabajadores y las trabajadoras que combaten en las barricadas, los soldados rasos en los cuarteles.
Esta será la última carta que está dispuesta a jugar y lo hará si la burocracia sindical y la izquierda social-imperialista desorganizan la ofensiva actual y dejan desarmado al proletariado. Ahí está la experiencia de Egipto o la centralización de la contrarrevolución en Siria. La burguesía se cuidó muy bien de proteger el Arco del Triunfo, abarrotándolo de policías en la última movilización. Es que la toma del mismo por parte de los explotados sería una verdadera Plaza Tahrir como la de El Cairo en 2011, donde la clase obrera y sus aliados, los pobres del campo y la ciudad, hicieron pesar su número arrancando la huelga general e imponiendo la caída de Mubarak.
La clase obrera tiene una salida para enfrentar tanta conspiración, engaño, mentira, traición y represión: pelear ya definitivamente como en el Mayo del ’68, con piquetes y parando la producción, pegándole a los capitalistas donde a estos les duele que es su propiedad y sus ganancias. Un nuevo Mayo Francés de 2018 debe ponerse de pie. Macron se merece una Huelga General Revolucionaria indefinida hasta que caiga. Prepararla y organizarla es la tarea del momento.
Para que no se combata como en la Comuna, barriendo con todas las instituciones de dominio del estado, la burguesía envía a los traidores de la burocracia sindical a desorganizar la ofensiva obrera. Ese es el momento actual.
Para que no se tome la Bastilla, la burguesía también manda a sus partidos de izquierda y a algunos que se dicen “anticapitalistas” a vestir de “democrática” a la “corte” de los banqueros y las transnacionales imperialistas de Francia.
El año ’68 cuando De Gaulle huía a Alemania y las masas controlaban Francia, el Partido Comunista levantaba la demanda de “elecciones anticipadas” y que De Gaulle dimita, para impedir la crisis revolucionaria y que este caiga a manos de las masas. El stalinismo llamaba a “democratizar” al régimen imperialista francés. Lo mismo que hoy plantea Mélenchon y sus apéndices “anticapitalistas”, siempre dispuestos a salvar al capitalismo en bancarrota. Nada nuevo. Estos solo retoman hoy la vieja política del stalinismo para estrangular la revolución proletaria.
La alternativa es de hierro: o cae Macron, se ponen en pie los consejos obreros y los organismos armados de las masas y comienza la revolución francesa; o se “edulcora” la V República imperialista, se salva al régimen aggiornado, se adelantan las elecciones y se desorganiza la ofensiva de las masas. Dos alternativas irreconciliables. De un lado, la revolución; del otro, la traición.
¿La crisis de las masas para dar nuevos pasos hacia adelante? La crisis de dirección, la sobreacumulación de direcciones traidoras para desorganizar la ofensiva que está en curso.
Se trata de que las masas conquisten en este período los organismos de autoorganización de los explotados en lucha, que estén a la altura del combate para enfrentar el ataque del gobierno y los capitalistas.
Los de abajo no dejan las calles
¡Nos sacaron demasiado, ahora queremos todo!
A las masas de Francia le sacaron demasiado. Sus más grandes conquistas como las 35 horas de trabajo. Le hundieron el salario y las jubilaciones. A la juventud le cerraron el camino al primer empleo. Dejaron a centenares de miles de jóvenes inmigrantes como ejército industrial de reserva sin futuro y a los jubilados, en las peores condiciones de la historia de la Francia moderna.
Ya no hay una “Francia insumisa”, como dice la izquierda rastrera del sistema; hay una Francia insurreccionada. Los motores de su lucha no son más que las demandas mínimas para vivir y trabajar decentemente y que los trabajadores dejen de financiar al estado que gasta miles de millones de euros en sostener a los bancos imperialistas y a la oligarquía de las transnacionales francesas. Cuando estos quebraron en 2008, fue el estado el que los sacó de la crisis con enormes subvenciones. Los trabajadores franceses no aceptan continuar pagando los gastos militares del estado francés, de miles de millones de euros, con los que se financian a las FFAA que invadieron Mali y que mantienen sus bases militares en el África subsahariana y sus tropas en la OTAN. Los trabajadores no quieren ya pagar los gastos de esta “nobleza” de oligarcas financistas y de los directores y parásitos de las grandes transnacionales y bancos de Francia.
Estamos ante un monumental choque de clases. ¿Quién paga el Maastricht imperialista y los negocios políticos y militares de las transnacionales? Para la burguesía, deben continuar haciéndolo los trabajadores y el pueblo, pero estos ya hace rato que vieron perder una a una todas sus conquistas, han dicho “basta” y han transformado la lucha por la caída de Macron como la demanda mínima que une a todos los explotados de Francia.
La Francia imperialista, aliada a Alemania, va a nuevas aventuras de guerras políticas y comerciales para disputarse el mercado mundial con EEUU. Necesita imperiosamente aumentar su productividad del trabajo y fortalecer las superganancias de sus transnacionales para poder competir en el mundo.
Francia mira a Inglaterra que ha quedado tironeada por EEUU con el Brexit para golpear a la Unión Europea y por Maastricht que le impone la rendición en su retirada. Eso le sucede a una de las potencias imperialistas más grandes del planeta. Francia también mira a Alemania, pero para unificarse en ese bloque en igualdad de condiciones no tiene otro camino que atacar a su clase obrera. La flexibilización laboral y la liquidación de la semana laboral de 35 horas significan que las transnacionales ya necesitan una mano de obra a valores chinos y africanos en toda Francia.
Para las masas la cuestión está clara: Macron debe caer. Ello significaría el comienzo del fin de la V República imperialista y un golpe estratégico a la Europa imperialista de Maastricht. La burguesía lo sabe y las direcciones traidoras que la sostienen, también. Desde el movimiento revolucionario, se trata de colaborar con los trabajadores de Francia para que distingan con claridad quiénes son sus aliados y quiénes son sus enemigos y cómo está planteando su combate en las condiciones internacionales actuales.
CGT: Confederación General del Trabajo / CFDT: Confederación Francesa Democrática del Trabajo / FO: Fuerza Obrera / CFE-CGE: Confederación Francesa de Administradores - Confederación General de Ejecutivos / CFTC: Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos
MEDEF: Movimiento de Empresas de Francia / CPME: Confederación de Pequeñas y Medianas Empresas / U2P: Organización de los Empleadores del Sector Privado