Organizador Obrero Internacional
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11/02/11

ÚLTIMO MOMENTO

El grandioso combate revolucionario de las masas hace huir al asesino Mubarak
Las masas festejan, pero no se hicieron del poder. 
La casta de oficiales del ejército, mercenaria de EEUU, como último resguardo de los intereses del conjunto de la burguesía y el imperialismo en la región, intenta cerrar la crisis en las alturas.
¡Fuera el gobierno militar! ¡Todo el poder a la clase obrera y las masas insurrectas!

 

A minutos del cierre de este Organizador Obrero Internacional, la prensa imperialista anuncia la huida de Mubarak a Sharm el Sheik. El gran represor y hambreador del pueblo de Egipto ha huido. Las masas se entusiasman porque ven a esta huida como la conquista de su propia lucha.

Un shock eléctrico vuelve a impulsar a las masas de Medio Oriente y del norte de África a nuevas y superiores acciones de lucha para derrotar a los gobiernos y regímenes de los capitalistas y el imperialismo, y así conquistar el pan y el trabajo digno.
Como venimos anunciando y denunciando desde la FLTI, un momento de vacío de poder se extendió en el tiempo, con un doble poder ya surgido en un proceso de insurrección de masas. Las masas derrotaron en las calles a la policía asesina de Mubarak, se tomaron  e incendiaron las comisarías; dejando al estado colgando en el aire. Pero ese vacío de poder no se podía prolongar por mucho tiempo más. O la clase obrera se hacía del poder, o lo retomaba la burguesía a través de otras instituciones del estado burgués y del régimen mismo de Mubarak.

La burguesía intenta cerrar a su favor ese vacío de poder. Con la huida de Mubarak y con la asunción del control del gobierno por parte del ejército, el frente burgués imperialista intenta frenar la crisis revolucionaria en las alturas, e impedir que nuevos embates de masas barran no sólo con Mubarak, sino que comiencen a romper el ejército, a incorporar cada vez más millones al combate, a terminar por destruir la policía y poner en pie una milicia obrera y establecer un verdadero régimen de doble poder, que prepare una insurrección victoriosa que lleve a las masas revolucionarias a la conquista del poder.

La caída de Mubarak es un paso adelante que ansiaban las masas, pero su lucha intenta ser expropiada con la intervención directa del ejército y su casta de oficiales, que representa los intereses del conjunto de la burguesía y el imperialismo. 
La casta de oficiales del ejército que, como tal, defiende los intereses del conjunto de la burguesía y el imperialismo, es la encargada de organizar una “transición ordenada” para sacar a las masas de las calles y restablecer el orden burgués. Este es un fraude y una estafa a las masas.
El generalato del ejército de Mubarak, al que sostuvo durante décadas, es el que sostiene el pacto con el estado sionista contrarrevolucionario de Israel. Es el que, cuando comenzaba la revolución, estaba reunido en Washington, bajo la dirección del pentágono, negociando los U$S 1300 millones de dólares que les otorga EEUU para que los generales y oficiales bajo su mando realicen jugosos negocios.

La burguesía y el imperialismo necesitan ganar tiempo. Lo hará llamando a toda la burguesía “opositora”, intentando adormecer a las masas con frases dulzonas y promesas de llamados a “elecciones libres” para septiembre. Es que tan profundo fue el accionar revolucionario de las masas, y tanto embistieron contra las instituciones del viejo régimen de Mubarak, que el nuevo gobierno de los oficiales de las fuerzas armadas necesita a toda costa desmarcarse de las viejas instituciones del régimen de Mubarak para ser creíble como “democrático” ante las masas.  Pero, al mismo tiempo la burguesía necesita sacar de escena a las masas revolucionarias, y por eso sostiene la “transición” poniendo al frente a la vieja casta de oficiales del ejército asesino, manteniendo así el carácter bonapartista y reaccionario del régimen de Mubarak.

Han dicho que anularán el estado de sitio y el toque de queda. Esto es una parodia. A éste ya lo anularon las masas con 18 días de heroicos combates, barricadas, tomas de plazas y combate en toda la nación.
Con esta transición intentarán poner en pie nuevas instituciones y mediaciones que engañen a las masas, para que éstas cesen su combate, depositen confianza en sus propios verdugos y, así, sacarlas del proceso revolucionario.
 
La primera proclama, ya en el poder, del ministro de defensa y de la junta militar es la intimación a las masas a que abandonen la plaza de la liberación. Ese es el objetivo inmediato de este gobierno pretoriano, que usurpó el poder para impedir que se lo tome la clase obrera y las masas. El argumento es que “ya no está más Mubarak”. Quieren hacerle creer a las masas que su lucha ha terminado, cuando ésta recién ha empezado para conquistar el pan, el trabajo digno, la tierra y la independencia nacional.
La segunda proclama de este nuevo gobierno “democrático” de los generales asesinos, es para ratificar todos los acuerdos internacionales suscritos por Egipto donde reconoce abiertamente la existencia del estado sionista-fascista de Israel. ¡Esta es toda la “democracia” que puede dar la casta de oficiales asesina!: legitimar el genocidio y la masacre contra las martirizadas masas palestinas.
Mientras tanto, preparan las mejores condiciones para aplastar a las masas. A no dudarlo que, si la burguesía logra imponer su plan, -como en Bolivia con la Media Luna fascista, o como en Honduras con la base norteamericana-, también vendrán nuevos golpes contrarrevolucionarios en Egipto y en todo Medio Oriente.

Este gobierno de “transición” es una salida extrema, donde la burguesía y el imperialismo debe jugar a la crema de la crema de la dictadura del capital, es decir, su ejército, para contener a la revolución, sacándose de encima a Mubarak y a su vicepresidente para tener legitimidad. Esto es un indicio de que ya la revolución proletaria había llegado muy lejos y las masas amenazaban con tomarse el poder.
En los últimos días, cada discurso de Mubarak era respondido con una enorme masificación de la lucha. Pero sobre todo, el proletariado, con sus métodos de lucha, comenzaba a imponer una impronta decisiva en su accionar revolucionario. El último discurso de Mubarak fue respondido con la toma de todas las empresas petroleras en el canal de Suez por parte del proletariado que, junto a la entrada en escena del poderoso proletariado textil egipcio, anunciaba que era la clase obrera la que comenzaba a imponer su dirección en la revolución en curso. Así, al grito de “¡pan!” se incendió el cuartel general de la policía.
Cada día que pasaba, la “oposición democrática” burguesa se desvanecía. La insurrección obrera, con la chispa del movimiento estudiantil, comenzaba a desmoronar toda la propaganda imperialista que pretendía hacer pasar a esta revolución como un “levantamiento por la democracia” en general.
A Obama, el comandante en jefe de miles de cárceles de la CIA donde son torturados miles de combatientes de la clase obrera mundial, se le ocurre hablar de “democracia” y “libertad”.
El cinismo del imperialismo y su vocero Obama no tiene límites. Éste tuvo la desfachatez de “saludar a las masas que conquistaron la libertad y la democracia”. Es un sinvergüenza. ¡Está hablando el representante de los carniceros imperialistas que sostienen al estado sionista fascista de Israel que ha masacrado en un verdadero genocidio a las masas palestinas, que mantienen presos a los milicianos antiimperialistas de todo Medio Oriente en Guantánamo, que sostiene al gobierno del protectorado yanqui en Irak, que es un millón de veces más represor y autoritario que Saddam Hussein!
Este “paladín de la democracia y la libertad” es la máscara que se ponen los carniceros imperialistas, de forma dulzona, para expropiar la revolución y desviarla a un callejón sin salida.
Obama y el imperialismo “saludaron a la revolución pacífica y democrática”. Esto es de un cinismo atroz, puesto que Egipto se llenó de sangre de los combatientes obreros y sectores populares en las calles. Hubo más de 5000 heridos, más de 500 muertos y choques con los progroms contrarrevolucionarios, a los que el ejército de Egipto les abrían las puertas de la plaza, para que éstos atacaran a las masas revolucionarias.
Fueron las masas las que conquistaron estas libertades democráticas, inclusive con ocupación de territorio, de empresas del imperialismo y, sobre todo, de comisarías. La conquistaron con muertos y con combates revolucionarios, atacando las mismas comisarías donde durante décadas el régimen de Mubarak reprimió y torturó a los combatientes del proletariado con el apoyo de EEUU y de todas las potencias imperialistas. Y por ello la cabeza de Mubarak ha rodado: gracias al accionar revolucionario de las masas. Estos combates impidieron todo intento de perpetuar al régimen de Mubarak manteniéndolo a éste en el poder, pero ahora bajo formas “democráticas”.
Hacerle creer a las masas que fue el ejército el que lo derrotó es intentar expropiarle el combate a las masas. La caída de Mubarak es un subproducto de grandes acciones revolucionarias, que aún no han logrado su objetivo decisivo, que es conseguir el pan, el trabajo y la libertad, es decir, la independencia nacional.

Ya ha quedado claro, y quedará mucho más claro, que las tareas democráticas revolucionarias pendientes en Egipto no son más que la independencia nacional; la expulsión de todos los embajadores imperialistas (verdaderos centuriones que dominan en Medio Oriente); la expropiación de todos los bienes del imperialismo que saquean a la nación; recuperar todas las empresas privatizadas que fueron entregadas por Mubarak al saqueo imperialista en los ’90; expropiar sin pago a las petroleras; nacionalizar el comercio exterior.
Por eso es una tarea democrática decisiva en Egipto desconocer todos los acuerdos contrarrevolucionarios que Anwar El-Sadat firmó con el estado sionista-fascista de Israel y el imperialismo yanqui, por el cual Egipto reconoce a ese enclave imperialista y desconoce los derechos democrático-revolucionarios de las masas palestinas a recuperar su nación con capital en Jerusalén, sobre las ruinas del estado sionista.
Las tareas democráticas pendientes son: el llamado a la derrota militar de las tropas yanquis en Irak y Afganistán; el llamado a poner la nación al servicio del levantamiento revolucionario de las masas que se pusieron de pie, como en Jordania. Allí centenares y miles de obreros palestinos se levantaron al grito de “¡Mahmoud Abbas: tú eres el siguiente!”, enfrentando a la burguesía palestina que, junto a Hamas, los Hermanos Musulmanes, y Mubarak reconocen al estado sionista contrarrevolucionario de Israel.
Otra tarea democrática pendiente es la expropiación sin pago de todas las tierras altamente productivas del Nilo, que están en manos de la gran burguesía y las empresas imperialistas, para ponerlas a producir pan y alimentos para los explotados. Con ello, sobraría comida para alimentar a los 30 millones de hambrientos y dar trabajo al más del 20% de desocupados.
Está claro que ni el ejército cipayo de Egipto, verdaderos mercenarios pagos por el imperialismo, ni la “oposición democrática” garantizará llevar hasta el final, y ni siquiera iniciar, la resolución de estas tareas democráticas pendientes, puesto que para ello atacan la propiedad y los intereses no sólo del imperialismo sino también de toda la burguesía nativa, que es socia y está imbricada con el imperialismo en miles de negocios.
Por ello, de la casta de oficiales mercenaria de West Point que arrebató el poder, que está con su mano derecha sosteniendo a las viejas instituciones de Mubarak y con su mano izquierda apoyada en la fantochada de burguesía “democrática”, no vendrá ninguna solución de las demandas democráticas de las masas, incluida entre ellas la demolición y no dejar piedra sobre piedra de todas las instituciones contrarrevolucionarias del régimen autocrático, comenzando por su policía asesina.
Es que sólo el proletariado con su dictadura, basada en los consejos obreros, el armamento de las masas y en alianza con las capas empobrecidas del campo y la ciudad, tomando el poder, podrá resolver estas tareas democráticas, combinándolas inevitablemente con tareas socialistas de expropiación de los expropiadores para conquistar el pan, el trabajo y la tierra. 
La revolución que ha comenzado ayer en Túnez y en Egipto son distintos episodios de una misma revolución obrera y socialista en el norte de África y Medio Oriente, que sólo triunfará con la toma del poder por parte de los explotados, y su extensión a nivel internacional.

Con este nuevo engaño del gobierno de “transición”, el imperialismo y la burguesía en Egipto intentan cerrar la crisis en las alturas y volver a imponer el control de las instituciones del estado burgués sobre las masas. Con esto buscan impedir que la revolución avance a donde los explotados quieren ir: a conquistar el pan y a poner en cuestión la propiedad del imperialismo y de la burguesía en Egipto.
Ellos saben muy bien que la revolución que ha comenzado pedía y pide la cabeza de Mubarak para conquistar el pan, el trabajo digno, terminar con la carestía de la vida, y por lo tanto, continuaría con la expropiación y choque directo con los verdaderamente dueños de Egipto, es decir, las petroleras, los banqueros imperialistas y la burguesía nativa, socia y cómplice del imperialismo.
La burguesía intenta cerrar la crisis en las alturas con el último resguardo de su propiedad: la casta de oficiales asesina del ejército pro-imperialista de Egipto, y esto es posible porque los Caballos de Troya de los Hermanos Musulmanes, los demócratas de último momento como El Baradei y movimientos pequeñoburgueses le ataron las manos a las masas para que no se hagan del poder.
La “oposición burguesa”, verdaderamente antidemocrática, que hizo mil y una reunión para pactar con Mubarak una “salida ordenada”, ahora rodeará al ejército para imponer esa “salida ordenada”, controlada por los tanques y las bayonetas, para sacar a las masas de escena. 
Surge así un gobierno de los que conspiraron contra las masas revolucionarias de una casta de oficiales paga y mercenaria bajo el mando del pentágono y el ejército de EEUU que hoy masacra en Irak y Afganistán. La paradoja es que los que no pusieron ni un muerto, ni llamaron a ninguna acción revolucionaria, ni estuvieron en los combates en la plaza de la liberación, ni  en las huelgas, ni soportaron los padecimientos inauditos, ni incendiaron las comisarías, ni se tomaron los grandes supermercados para comer hoy están en el poder. Éste fue arrebatado por los generales bonapartistas, gurkas de EEUU, que con sus tanques en las calles impidieron que las masas lleguen aun más lejos en la demolición del régimen autocrático de Mubarak.
Y lo hicieron con toda perspicacia, justo en el momento en que la clase obrera tomaba la dirección del combate, atacaba la propiedad del imperialismo, quemaba las comisarías y hacía recorrer por todo Egipto el fantasma de la revolución iraní de los ’80, que partiera al ejército y pusiera en pie los consejos de obreros y soldados, y que luego fuera desviada y masacrada por los Ayatollahs iraníes, bajo la dirección del imperialismo alemán, francés y norteamericano.
Ante el último embate decisivo de la clase obrera, con los obreros textiles y petroleros a la cabeza, la alternativa de una intervención militar directa para sostener a Mubarak y a su intento de ser él quien dirija la “apertura democrática”, amenazaba con un choque directo con las masas. El resultado era incierto. El ejército se podía dividir y partir horizontalmente. Ellos sabían que la base de sus soldados –hijos de obreros, estudiantes, y sectores empobrecidos del campo y la ciudad- podría pasarse a las filas de la insurrección. Eso ya lo habían percibido los oficiales cuando más de una vez tuvieron que disparar sobre la cabeza de soldados que se negaban a reprimir a las masas.
El régimen de Mubarak ya era una fruta podrida, carcomida por dentro, y debía caerse de la planta.

Hoy, la “revolución democrática” que toda la izquierda mundial quería que se impusiera a la salida de Mubarak, y su demanda de Asamblea Constituyente para que la clase obrera no se haga del poder, se está dando. Es este gobierno de generales y mercenarios, rodeados por la “oposición democrática” burguesa y el “demócrata” Obama. Ellos llamarán a elecciones para sacar a las masas del combate en las calles, para alejarlas de la toma del poder y para que mantengan el capitalismo y el control del imperialismo, intentando abortar una magnífica y heroica revolución obrera y socialista.
Han quedado a los pies de Obama los teóricos de la “revolución democrática”, continuadores de la “revolución por etapas”, extraída del basurero de la historia del stalinismo. Tienen aquí el resultado de su política y su programa.

El jefe de toda esta izquierda del Foro Social Mundial es el imperialismo “democrático”. Cuando Obama expresa sus “felicitaciones” porque no sucedió lo mismo que en la masacre de Tiananmen de 1989, vierte nuevamente un gran engaño e hipocresía de los carniceros imperialistas, que todas las cacatúas de la izquierda mundial repiten a cada paso. La masacre de Tiananmen, cometida por el ejército asesino de los “mandarines rojos”, la garantizó el imperialismo norteamericano y mundial, sostenido en la burocracia restauracionista contrarrevolucionaria china, quien le entregó al imperialismo millones de obreros esclavos en maquiladoras para ser explotados de forma salvaje.
El “democrático” Obama y su imperialismo estaban en la barricada de los que masacraban a las masas de Tiananmen. Tanto es así, que hoy sostienen desde hace décadas al gobierno asesino y represor de los esclavistas de Hu Jintao y demás inmundicias del Partido Comunista de los “mandarines rojos” de Pekín, como lo hicieron con Mubarak y todos los regímenes y gobiernos autocráticos y asesinos de Medio Oriente.
La “democracia” imperialista es la que sostiene las bayonetas, fusiles y tanques asesinos del estado sionista contrarrevolucionario de Israel, un verdadero gendarme y enclave imperialista en la región, que ha ocupado la nación palestina y ha masacrado a las masas de esa nación.
La democracia burguesa son los tanques del ejército contrarrevolucionario de Egipto, mercenarios y gurkas de EEUU. El gobierno que necesitan los monopolios y las transnacionales es el más autoritario y dictatorial que tengan a mano y puedan imponer para saquear a las naciones oprimidas y superexplotar un millón de veces más a la clase obrera.

El vacío de poder que se había abierto en Egipto no podía durar por mucho tiempo más. Durante días las masas tuvieron la posibilidad de hacerse del poder. No sólo para tirar a Mubarak, sino también para desmantelar a todas las instituciones del régimen autocrático, sostenidas con las bayonetas del imperialismo, el aplastamiento fascista a las masas palestinas por parte del sionismo y por las tropas imperialistas yanquis invasoras de Irak. La lucha por el pan llevaba a la revolución socialista, a la destrucción del ejército y a la expropiación de la burguesía y el imperialismo. Por ello fue entregada la cabeza de Mubarak: para salvar al capitalismo de conjunto.
Hasta último momento, toda la burguesía y el imperialismo intentó sostener a Mubarak para que éste haga una “transición ordenada”. Sólo el peligro de que las masas se hicieran del poder hizo que arrojaran su cabeza.
La ruptura del ejército estaba al alcance de las manos. La centralización de organismos de las masas en lucha planteaba el serio riesgo de poner en pie un verdadero poder de los explotados.
Esto aterrorizó a la burguesía, que entregó una cabeza para así mantener todas las cabezas de todas las clases dominantes, y sobre todo su propiedad privada, y garantizar la continuidad del poder de los explotadores.
Con estos combates de las masas se abría el camino a la toma del poder, a romper el ejército, a tomarse todas las empresas de los capitalistas y el imperialismo, a derribar el muro de Rafah, a unirse con la rebelión de las masas de Medio Oriente y del norte de África.
La “oposición burguesa”, que como verdaderos Caballos de Troya contenían a las masas en la plaza de la liberación, como la Hermandad Musulmana, los “militantes del Facebook”, los hombres del imperialismo traídos a último momento por los yanquis como El Baradei, correrán rápidamente a establecer un gobierno de coalición y un régimen de concertación y unidad nacional con los generales mercenarios a cuenta de EEUU, que hoy se han apropiado del poder. Insistimos el objetivo de ellos será limpiar la plaza, desmovilizar a las masas, volver a poner a la policía en los mismos cuarteles que quemaron los obreros. 
Las masas no pueden dar su vida para que sigan en el gobierno los mismos que ellos enfrentaron en el combate, pero esta vez con otra ropa y otros trajes.
Esta es la tragedia de las expropiaciones que realiza la burguesía, apoyándose en las direcciones traidoras, de los procesos revolucionarios de masas para estrangularlos e impedir la toma del poder por parte de la clase obrera.

En Egipto, la revolución debe ponerse de pie. ¡Ningún apoyo al gobierno provisional de la guardia pretoriana del ejército, que está bajo el mando de Obama y el Pentágono! El camino no es otro que profundizar la revolución que ya ha comenzado. La primera tarea es demoler el muro de Rafah.
Las masas palestinas en la franja de Gaza se levantaban en apoyo a la revolución de obreros y estudiantes de Egipto. Hamas los reprimió y encarceló. A espaldas de las masas esclavizadas, esta burguesía “musulmana” pactaba la entrega de la causa palestina con Mubarak, los Hermanos Musulmanes y los representantes del imperialismo francés y norteamericano, aprestándose a reconocer al estado de Israel. Y esto sucede mientras centenares de miles de obreros palestinos ganan las calles para derrotar a la Autoridad Nacional Palestina también en Jordania y Cisjordania.
¡La chispa de Egipto ahora debe incendiar a las martirizadas masas palestinas! ¡Hay que demoler el muro de Rafah! ¡Las milicias obreras y campesinas deben romper con Hezbollah, que entró al gobierno del Líbano con el pro-imperialista Siniora!
Las masas palestinas en Jordania, Siria, Líbano, etc. intentan nuevamente ponerse de pie. En la plaza de El Cairo ya tienen la plaza de su liberación. 
¡Hay que avanzar a demoler todo el dispositivo contrarrevolucionario de control de las masas en Medio Oriente! En Egipto se ha dado un primer paso. Hay que completarlo y llevarlo hasta el final, y sólo el triunfo de la revolución obrera lo conquistará.
¿Revolución democrática sin liberar a las masas palestinas, sin aplastar al estado sionista fascista de Israel, sin demoler el muro de Rafah, sin hacer justicia con la asesina monarquía de Jordania -masacradora de la nación palestina-, sin derrotar al gobierno de unidad nacional de Hezbollah y la burguesía pro imperialista en el Líbano, sin romper con Hamas, que pactaba con Mubarak y encarcela a los jóvenes que se rebelaron junto a sus hermanos de Egipto? ¡Jamás! Sólo en manos del proletariado revolucionario y su poder, sobre las ruinas de los regímenes autocráticos, fascistas y dictatoriales o “democráticos”, se podrán completar las tareas democráticas pendientes, que el imperialismo y la burguesía ya no puede resolver en el mundo colonial y semicolonial. No lucha por la democracia consecuentemente y hasta el final el que no lucha por la dictadura del proletariado. Todo lo demás es una traición a la clase obrera y al socialismo.
¡Ningún apoyo a los gendarmes del imperialismo del ejército egipcio! ¡Abajo el muro de Rafah! ¡Desconocimiento de los pactos de los ‘70 de Anwar El-Sadat y el imperialismo de reconocimiento del estado sionista-fascista de Israel! ¡Por la destrucción del estado sionista fascista de Israel! ¡La plaza de la liberación sólo debe reconocer a una sola nación: la nación palestina, con su capital Jerusalén! ¡Allí se deben convocar a delegados palestinos a una asamblea nacional, para que delegados de Jordania, Cisjordania, la martirizada franja de Gaza, se unifiquen y se centralicen, junto a los explotados de Egipto, en una sola y única lucha contra los opresores! Sólo así la chispa de la revolución que viene del norte de África y Túnez se expandirá para incendiar Medio Oriente.

En Egipto, todas las organizaciones de masas deben romper todo tipo de apoyo a este gobierno y desconocerlo inmediatamente. ¡No es nuestro gobierno! Éste viene a defender los mismos intereses de las clases poseedoras que antes defendía Mubarak.
¡No hay que entregar las armas! Es más, hay que terminar de desarmar a la policía asesina.
¡La Plaza no se abandona y, desde allí, hay que centralizar a todas las organizaciones en lucha en un gran Congreso Nacional obrero y de las masas explotadas! Los pozos de petróleo, el oro negro, deben ser expropiados por los consejos obreros y jamás deben ser entregados a las potencias imperialistas que saquean la nación. Sigue siendo una tarea central de las masas revolucionarias luchar por dividir al ejército y hacer que los soldados rasos se pasen a l as filas de la insurrección. 
La revolución se debe poner de pie. Ha llegado la hora en que la revolución depende de partir al ejército, que se mostró “neutral” sólo para abrirle las calles a los progroms contrarrevolucionarios para que ataquen, y las cerraba para las masas que querían combatir. Esta cuestión define el futuro de la revolución.
Hay que poner en pie ya los comités de soldados. Ningún hijo de obreros o campesinos pobres puede estar un día más en el ejército que sostuvo y sostiene al sionismo, al imperialismo, a las tropas invasoras en Irak y que es el más grande enemigo de su propio pueblo.
El que surge no es el gobierno de las masas insurrectas que combatieron, sino de los que conspiraron contra ellas y los que sostuvieron durante décadas a Mubarak. Esta vez, si la revolución es expropiada provisoriamente, serán los cantos dulzones de la “oposición democrática” los que llamarán a las masas a irse a sus casas sin pan ni trabajo, sin la ruptura con el imperialismo y el sionismo. Y si éstas no lo aceptan, será el ejército el que, en nombre de la democracia, llamará a aplastar a las masas revolucionarias.
Nuevas tragedias, engaños y puñaladas por la espalda preparan las fuerzas de la contrarrevolución con los “bonapartes”, con los progroms contrarrevolucionarios, con los impostores de la burguesía “democrática”, para derrotar el proceso revolucionario que se ha iniciado.
¡La revolución debe ponerse de pie! ¡La plaza no se disuelve! ¡Las carpas no se levantan! ¡Que todas las organizaciones obreras manden allí delegados! Los soldados rasos tendrán un lugar en esa plaza.
Todo retroceso de la plaza alejará a las masas del pan, la tierra y la libertad. Ahí está la amplia mayoría de Egipto: la clase obrera y las masas explotadas del campo y la ciudad. Ahí están los únicos que tienen legitimidad y autoridad para hacerse del poder.
¡Fuera la casta de oficiales del ejército asesino! ¡Fuera los mercenarios de los yanquis del control del estado! Los soldados rasos, hijos de obreros, no pueden permitir ni un minuto más esta expropiación de la lucha de la clase obrera y las masas explotadas. Los tanques deben dejar de apuntar a las masas que quieren tomarse los locales del partido contrarrevolucionario de Mubarak, de la policía asesina y de las empresas imperialistas.
Los tanques y los fusiles deben comenzar a apuntar a los entregadores de la nación, a los asesinos del pueblo, a los saqueadores de las riquezas nacionales y a los explotadores de los obreros.
¡Por comités de soldados, que junto a las organizaciones de la clase obrera y las masas en lucha impongan un gobierno provisional revolucionario de obreros, campesinos pobres, comités de soldados!

Las masas, que se sienten victoriosas, ahora buscarán el pan. Nuevos aires de combate y fuerzas llegan de Túnez, de la rebelión en Marruecos, del combate que ha comenzado en Argelia, y de los levantamientos de las valerosas masas de Yemen y Jordania.
Los nuevos levantamientos de las masas palestinas, que enfrentan tanto a la burguesía de Abbas como a Hamas en Gaza, demuestran que el “nacionalismo árabe” y el “movimiento musulmán” no son más que fracciones de la burguesía que están siempre dispuestas a entregar la lucha nacional a cambio de buenos negocios con el imperialismo. La irrupción de las masas palestinas, enfrentando a la misma burguesía palestina, carcelera de su propio pueblo en campos de concentración, jugará el rol decisivo para sacar el velo y bajar la polvareda que se ha levantado, y definir que estamos frente a una revolución obrera y socialista que amenaza con expropiar al imperialismo y a toda la burguesía.

Sólo un gobierno provisional revolucionario de la clase obrera y las masas explotadas, en una lucha armada, expulsando al imperialismo, expropiando sin pago sus propiedades y bancos, desarmando a la casta de oficiales de West Point, expropiando la tierra y dándole el pan a los explotados, puede ser el único que inclusive garantice el  llamado a una asamblea nacional libre y soberana de Egipto. Todo llamado a elecciones y a asamblea constituyente, con las armas en la mano del ejército de mercenarios y asesinos, será una parodia de asamblea nacional, que tendrá la “democracia” de las bayonetas de los sirvientes de Wall Street sobre su cabeza.
Un gobierno provisional revolucionario de obreros y las masas explotadas del campo y la ciudad, basado en su milicia, será el único representativo de la amplísima mayoría de Egipto, y será un millón de veces más democrático que asambleas constituyentes sostenidas en los fusiles de los mercenarios de Wall Street y en un puñado de parásitos que saquean la nación.
Los “paladines de la democracia” se opondrán firmemente a la expulsión de todos los embajadores imperialistas, a expropiar todos los negocios que acaparan los parásitos de la casta de oficiales junto a la burguesía de Egipto y el imperialismo. Se negarán a demoler el muro de Rafah. Así, más temprano que tarde, demostrarán ser los continuadores de Mubarak y su obra contrarrevolucionaria en la región.
Sólo la clase obrera y su dictadura, que constituirá una república un millón de veces más democrática que cualquier república burguesa, será la encargada de llevar hasta el final y cumplimentar las tareas democráticas que quedaron sin resolver. Y lo hará con los métodos y el programa de la revolución socialista. Es decir, como planteara Trotsky en La Revolución Permanente, la resolución íntegra y efectiva de las tareas democráticas pendientes sólo la cumplimentará la dictadura del proletariado; y así el proletariado demostrará ser el único caudillo de la nación oprimida, arrastrando tras de sí a las capas oprimidas del campo y la ciudad.  

La experiencia de Túnez es que la clase obrera y las masas, en días, percibieron el engaño: el gobierno 
“democrático” de transición de ese país se apoya en las mismas instituciones, en los mismos partidos, en las mismas fuerzas de choque contrarrevolucionarias que las masas habían derrotado en su combate. De esto se trata el fraude que ahora buscan imponer en Egipto. Aún está por verse si se impone.
Esta trampa y engaño se puede volver en contra de los que los realizan, porque las masas ven a la caída de Mubarak como un triunfo de los explotados de toda la región. Ven que se puede derrotar a los gobiernos que enfrentan. Ya se están levantando las masas en Túnez, Argelia, Jordania, etc. ¡Que viva la revolución!
La situación revolucionaria en Egipto es un eslabón de una sola y única revolución en todo el norte de África y Medio Oriente. Ese es el campo de batalla. En Egipto se libra una batalla de la guerra de clases que se definirá en el terreno internacional.
Cuando, más temprano que tarde, se vuelva a levantar la clase obrera europea y norteamericana vendrán los batallones más fuertes de la clase obrera mundial, que llevarán estos combates a Roma, Berlín, Grecia, Lisboa, Washington, etc. El combate seguirá la hoja de ruta que mocionaron las masas revolucionarias de Medio Oriente. Para conseguir pan hay que hacer la revolución y la insurrección de masas, derrotando a los regímenes y gobiernos de los explotadores. Pero para conquistar el pan firme y definitivamente, habrá que tomar el poder y establecer la dictadura del proletariado.
En esa lucha estamos los combatientes de la IV Internacional que luchamos por su refundación.
Lo que le faltó y aún le sigue faltando a las masas es una dirección revolucionaria que esté a la altura de los combates insurreccionales que éstas realizan.
Las fuerzas para esa dirección revolucionaria ya están: se toman los pozos de petróleo, han desarmado a la policía, combaten en Túnez, se levantan en Yemen, se vuelven a levantar en Bolivia. Allí están las fuerzas para poner en pie un partido de la revolución socialista internacional: refundar la IV Internacional para devolverle a las masas la dirección que se merece.
Se están desarrollando episodios de una misma revolución en el norte de África, Medio Oriente y a nivel internacional. La debilidad del marxismo revolucionario es evidente. Pero los combates decisivos ya están aquí.
Sólo colaborando con las masas a cada paso, demostrándoles quienes son sus aliados y quienes son sus enemigos; llamando y colaborando con ellas ara poner en pie y centralizar los organismos de doble poder, de autoorganización y armamento de las masas en lucha, que son los únicos que la pondrán a la altura del combate que le han declarado sus enemigos de clase, es que el movimiento revolucionario logrará recuperar tiempo y llegar a los momentos decisivos a las grandes definiciones que inevitablemente devendrán de los acontecimientos revolucionarios que están en curso.
A diferencia de la revolución de octubre del ’17, en la que un puñado de internacionalistas se habían reagrupado en Kienthal y Zimmerwald contra la traición de la socialdemocracia, y que durante años ya habían formado cuadros para la revolución en los períodos previos, el proletariado llega a estos acontecimientos revolucionarios que no dejan de sucederse desde el 2007 -en esta verdadera hecatombe del sistema capitalista mundial- con un campo de batalla lleno de escombros de la II, la III y la IV Internacional que ha sido entregada por los renegados del trotskismo a la burguesía y al imperialismo.
Esta vez, aunque a los teóricos de la “revolución democrática” les duela, el partido proletario de la revolución socialista deberá surgir y ponerse de pie después de que las masas dieran los primeros golpes revolucionarios, Como planteara Trotsky en la España revolucionaria de los ’30, debe surgir un partido jacobino del proletariado capaz de inclinar, en el momento decisivo, la balanza a favor de la clase obrera, llevándola a la victoria definitiva con la toma del poder.
Pero no se trata de una revolución, sino de un período de revoluciones, que darán mil y una oportunidades. La tarea del momento es reagrupar las fuerzas sanas del movimiento trotskista, para colaborar con las masas y sus acciones revolucionarias, para dispersar las fuerzas de las direcciones traidoras que se han concentrado bajo el mando del capital.
Las fuerzas de las direcciones traidoras, centralizadas en el Foro Social Mundial, que a cada paso intentan desorganizar y dispersar la fuerzas de los revolucionarios, han sido dispersadas, debilitadas y lo siguen siendo cada día, por los golpes de la revolución proletaria, por las acciones de masas que no sólo no prepararon, sino que intentaron e intentan impedir a toda costa que se desarrollen.
El Foro Social Mundial se está reuniendo ahora en Dakar, Senegal, llamando a la “solidaridad con los pueblos árabes” y llama a una “movilización mundial” para el 20 de marzo. Esta es la misma política que impusieron en Europa cuando, desde la Contra-Cumbre de Madrid en mayo del 2010, se convocó a una supuesta “huelga general europea”, luego que pasaran en toda Europa los ataques de los capitalistas y el combate de masas en Grecia quedara cercada por estas mismas direcciones. Así Llevaron las energías revolucionarias del proletariado europeo a la política impotente de presionar a los gobiernos imperialistas para “rectifiquen” y “morigeren” los ataques.
Estas mismas direcciones del Foro social Mundial son las que expropiaron la revolución latinoamericana poniéndola a los pies de las burguesías bolivarianas y el carnicero Obama; y hoy todos sostienen a los hermanos Castro que comandan la restauración capitalista en cuba. Son los que sostienen a los nuevos mandarines rojos chinos de Hu Jintao y su V Internacional que esclaviza en maquilas a millones de obreros chinos.
  ¡La lucha de la clase obrera del norte de África no puede quedar manos de las direcciones traidoras del Foro social Mundial!
Las condiciones para una nueva ofensiva del movimiento revolucionario ya están aquí. La teoría y el programa de la IV Internacional es el único que pasará la prueba. Hay que refundar el partido mundial de la revolución socialista mundial para derrotar a las burocracias y aristocracias obreras, al Foro Social Mundial, a la V Internacional y a su ala izquierda, los renegados del trotskismo. Ya hace rato que la pseudoteoría de “revoluciones democráticas” y “por etapas”, y su programa de sometimiento bastardo del proletariado a la burguesía, han quedado en el basurero de la historia.

Presentamos en estas páginas, a minutos de ser impresas, el editorial que acompaña a este organizador y toda la correspondencia y declaraciones que sacó nuestra fracción internacional, como programa y estrategia para la toma del poder.

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