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Diciembre de 2010

LA GÉNESIS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

En las masas y en la vanguardia latinoamericanas, reina el mito de que la revolución cubana fue obra de Fidel Castro y los comandantes guerrilleros, que éstos eran revolucionarios jugados al triunfo de la revolución, la expropiación de la burguesía y la toma del poder por parte de la clase obrera. Esto ha sido propagado por el stalinismo en todas sus variantes casi desde el momento mismo del triunfo de la revolución. 
De la experiencia cubana, mejor dicho de su desvirtuación, el stalinismo se afirmó para inficionar a sectores importantes de la clase obrera y el campesinado, con la idea de que la guerrilla, un grupo de hombres armados, organizados en un partido-ejército –sin insurrección de masas, sin armamento de las mismas- podían tomar el poder y derrotar a la burguesía. Esta política fue utilizada por el stalinismo para traicionar la revolución latinoamericana en los 60´y los 70, llevando a obreros y jóvenes de vanguardia hacia políticas ultraizquierdistas, aislándolos de las masas, e impidiendo a su vez que éstas avanzaran en conquistas organismos de democracia obrera y de armamento de la clase obrera y los explotados.
Los pablistas y todos los renegados del trotskismo en los ’60 se pusieron a los pies de Fidel Castro, diciendo que éste era un “gran revolucionario empírico”. Hoy, cuando la burocracia castrista devenida restauracionista se hace accionista de las empresas mixtas, cuando fuga dinero a través de las empresas “off shore”, preparándose para liquidar el estado obrero cubano, el pablismo y sus continuadores liquidacionistas y revisionistas guardan un absoluto silencio sobre esto, cuidándose muy bien de decir a dónde han terminado los supuestos “revolucionarios empíricos” que tanto alababan. 
Lejos del mito de que la revolución cubana fue la obra de un puñado de guerrilleros que bajaron de la Sierra Maestra, los trotskistas afirmamos que fueron la clase obrera y los explotados, con su lucha y movilización revolucionaria, los que derrocaron a la dictadura de Batista; de la misma manera que fueron los que obligaron luego a Fidel Castro y el M26 a ir más lejos de lo que ellos querían en su ruptura con la burguesía.

Cuba 1958-1959: una enorme revolución obrera y campesina

En la década del 50 comienza en Cuba un gran movimiento de oposición la dictadura de Batista, el cual inclusive estaba integrado por sectores de la burguesía cubana, como la no azucarera, que diferían de su administración. Toda esto, más un gran movimiento campesino que comenzaba a levantarse en Sierra Maestra principalmente, el movimiento no menos importante de la pequeño burguesía urbana y la clase obrera que a paso firme comenzaba a apoderarse de la escena en la situación nacional, comenzaron a hacer entrar en crisis al gobierno de Batista, al quedar quebrada su base social y abrirse brechas entre la burguesía. Este escenario tenía como raíz la terrible crisis económica que desde la segunda guerra mundial empezó a azotar a Cuba a causa de la baja demanda de azúcar en el mercado mundial. 
En medio de tal situación es que comienzan a formarse y a converger una variedad de grupos anti batistas, proceso liderado por el movimiento estudiantil del que era uno de sus principales dirigentes Fidel Castro. El movimiento contra el régimen de Batista adquiere mayor fuerza comenzando algunos de sus sectores a armarse inclusive. Este llegó a efectuar acciones como el asalto al cuartel Moncada en el 53 que fue liderada por Fidel Castro, lo que le permitió a éste último convertirse en un personaje emblemático de la oposición y formar el Movimiento 26 de julio (M26). 
Ya a fines de los 50 el imperialismo yanqui que había puesto a Batista en ese lugar y que siempre lo apoyó, le resta su apoyo al ver que la permanencia de su gobierno en vez de frenar a las masas, estimulaba más su lucha. Pero eso no era todo, puesto que como acciones independientes de las masas comenzaron las huelgas obreras, la más importante de ellas la iniciada por los obreros industriales del azúcar en el 55, con la que arrastraron al combate a más sectores obreros y también al estudiantado. Así entonces, el proletariado irrumpía por las brechas abiertas entre las distintas facciones burguesas. Al tiempo de iniciado este combate debido al duro enfrentamiento mantenido contra la dictadura de Batista, esta lucha económica se transforma en lucha política y de entre quienes se encontraban luchando surge la demanda de ¡abajo el gobierno! Fue como parte de esas luchas que Cuba vive una huelga general en el 57.
En el 58, Fidel Castro y el M26 mantenían la mayor parte de sus fuerzas concentradas en Sierra Maestra con el objetivo de fortalecerlas con bases campesinas, y se preparaban, sobre la base de los pactos que había hecho junto a fracciones de la burguesía opuestas a Batista, para el asalto que lo derrocara. 
Pero a fines de diciembre de 1958, la clase obrera impuso en La Habana una huelga general insurreccional que duró 5 días, con la que la clase obrera y el campesinado pobre derrocaron e hicieron huir a Batista, derrotaron y desarmaron al ejército burgués cubano, y conquistaron su propio armamento. Dos días después, cuando ya La Habana estaba en manos y bajo control de los obreros insurrectos, ingresaron a la ciudad Fidel Castro y el M26 imponiendo el gobierno burgués provisional de Manuel Urrutia y Fidel Castro. 
Fue entonces clase obrera con su huelga general insurreccional, irrumpiendo en acción histórica independiente, y acaudillando al conjunto de la nación oprimida, la que derrocó a Batista y desarmó al ejército cubano.

Cuba, un estado obrero que nace deformado

La revolución cubana forma parte de ese puñado de revoluciones que pudieron escapar al pacto de Yalta y Potsdam, un pacto de contención de la revolución mundial firmado entre el imperialismo y la burocracia sovietica como su agente indirecto a la salida de la segunda guerra mundial. Por dicho pacto, la burocracia stalinista y los partidos comunistas se comprometían a desmontar los procesos revolucionarios en curso en Francia, Italia, Grecia, manteniendo a la vez bajo su control burocrático y contrarrevolucionario a los países del Este de Europa ocupados por el Ejército Rojo.
Efectivamente, el stalinismo entregó la revolución en Francia, en Italia, en Grecia, y durante toda la posguerra se dedicó a cumplir ese pacto de contención de la revolución mundial, traicionando la amplia mayoría de los procesos revolucionarios que amenazaron el dominio de la burguesía. Las revoluciones traicionadas y abortadas por el stalinismo fueron la norma en el período de Yalta. Por ello, el triunfo de la revolución y la instauración del estado obrero cubano se inscribe dentro de las excepciones que fueron la expropiación de la burguesía en Europa del Este, las revoluciones en China, Yugoslavia, de Corea del Norte y Viet Nam, es decir, revoluciones triunfantes que tenían a su frente direcciones contrarrevolucionarias. 
Estas excepciones habían sido previstas, como hipótesis, en el Programa de Transición de la IV Internacional, que afirmaba: “… no se puede negar categóricamente, por anticipado, la posibilidad teórica de que, bajo la influencia de circunstancias completamente excepcionales (guerra, derrota, crac financiero, presión revolucionaria de las masas, etc.), los partidos pequeñoburgueses, incluidos los stalinistas, puedan ir más lejos de lo que ellos mismos quieren en la vía de una ruptura con la burguesía”.
Tal es el caso de Cuba. Fueron la clase obrera y los explotados con su enorme presión revolucionaria, los que derrocaron a Batista y desarmaron y destruyeron al ejército cubano. El objetivo de Fidel Castro y el M26, verdaderos demócratas burgueses puestos en la cresta de la ola de la lucha revolucionaria de las masas, nunca fue el de la revolución proletaria. Por el contrario, siempre fue el de sacar a Batista e imponer un gobierno democrático burgués, liberal, que, como decía en uno de los puntos de su programa de gobierno: “hiciera respetar la constitución” e inclusive no rompiera lazos con el imperialismo, algo que Fidel Castro nunca escondió. Así lo revelaba en una entrevista dada en Nueva York el 17 de abril del 59, meses después de caído Batista: “Lo he dicho de manera clara y definitiva que no somos comunistas. Las puertas están abiertas a las inversiones privadas que contribuyan al desarrollo de la industria en Cuba. Es absolutamente imposible que hagamos progresos si no nos entendemos con Estado Unidos”(negritas nuestras).
Es por ello que a la caída de Batista, imponen el gobierno burgués de Manuel Urrutia, y Fidel Castro viaja a los Estados Unidos a reafirmar que no eran “comunistas” sino demócratas. 
Pero la enorme presión y acción revolucionaria de las masas, que no se detuvieron en los límites de la propiedad privada burguesa, que comenzaron a tomarse las fábricas, los ingenios y las tierras, lleva a Urrutia a renunciar a los pocos meses, y obliga a Fidel Castro y a la dirección pequeñoburguesa del M26 a ir más allá de lo que querían en su ruptura con la burguesía, institucionalizando lo que con sus propias manos la clase obrera y el campesinado pobre ya habían realizado en contra de la política de Castro y el M26: la expropiación a los terratenientes y la nacionalización de la tierra y la revolución agraria, la expropiación de la burguesía y la nacionalización de la industria y el control obrero de la producción.
Pero el rol inmediato de la burocracia soviética y de la dirección pequeñoburguesa castrista que se puso rápidamente bajo su égida, fue controlar y burocratizar desde su inicio a la revolución cubana y contenerla en sus fronteras nacionales para impedir que ésta se extendiera a América Latina y terminara impactando al interior mismo de los Estados Unidos. Al ser el castrismo una dirección pequeñoburguesa y del movimiento campesino, como tal, pudo ser rápidamente absorbida y asimilada por el stalinismo y la burocracia soviética, que no era más que una casta pequeñoburguesa, como lo es toda aristocracia y burocracia obrera. 
El Estado obrero cubano (al igual que China, Yugoeslavia, los estados del Este de Europa, y luego Vietnam) nace así deformado desde sus inicios, encabezado y dirigido desde el comienzo por una dirección pequeñoburguesa que devino en burocracia stalinista. 
A diferencia de Cuba y demás estados obreros deformados, el estado obrero ruso había surgido en 1917, luego de la insurrección triunfante de Octubre dirigida por el partido bolchevique, como un estado obrero revolucionario, encabezado y dirigido por una dirección revolucionaria que consideraba la toma del poder y el triunfo de la dictadura proletaria en Rusia, solamente como un momento de la revolución socialista mundial. Más tarde, ese estado obrero, con la imposición de la contrarrevolución burocrática stalinista, degeneró y se transformó en un estado obrero degenerado.

La burocracia castrista-stalinista, factor decisivo de la política de “coexistencia pacífica” en Latinoamérica 

El cometido central de la burocracia que se encaramó en el surgimiento del estado obrero cubano, se concretaba al convertirse dicha dirección en el apéndice en el continente de la política de la burocracia stalinista soviética, que estaba determinada fundamentalmente por los pactos de Yalta y Potsdam de contención de la revolución mundial, expresados en la política de “coexistencia pacífica”. 
De esta manera, en Latinoamérica, apoyada en el prestigio que le daba la revolución y el estado obrero cubano, la nueva burocracia stalinista como apéndice de la burocracia del Kremlin, fue un instrumento central para impedir el avance de la revolución latinoamericana, que dio un enorme salto adelante bajo el impacto del triunfo de la revolución cubana, a partir de las décadas del 60 y el 70, 
La política de colaboración de clases y de sostenimiento de gobiernos burgueses que Fidel Castro y el M29 no pudieron aplicar en 1959 en Cuba, porque se lo impidieron las masas revolucionarias, se dedicaron a aplicarla en todo el continente. Lo hicieron apoyando en 1971 al general “patriota” y “antiimperialista” Torres en Bolivia en 1971, estrangulando el proceso revolucionario y creando las condiciones para el golpe de Banzer. En 1971-73, con Castro viajando a Chile a proclamar “la vía pacifica al socialismo”, sosteniendo al gobierno nacionalista burgués de Allende y la Unidad Popular, estrangulando la gloriosa revolución de los Cordones Industriales y abriendo así el camino al golpe de Pinochet y la ITT. 
Lo hicieron en los 80 entregando las revoluciones nicaragüense y salvadoreña en los pactos contrarrevolucionarios de Contadora y Esquipulas; y a partir de 1986 controlando la revolución haitiana que había derrocado a Duvalier, poniendo en pie un frente popular encabezado por Aristide.
Hoy, la burocracia castrista ya devenida en restauracionista, con todo el camino plagado de traiciones a la revolución latinoamericana que ha recorrido desde 1959, confirma que lo que empecinadamente ha perseguido en todas estas décadas es imponer lo que no pudo hacer en Cuba en 1959: una Cuba capitalista, con un gobierno burgués, y con la propia burocracia reciclándose en burguesía nacional. Fidel Castro y la burocracia quieren volver a lo que eran en 1959: vulgares demócratas burgueses aliados a una fracción de la burguesía cubana, buenos amigos de las inversiones extranjeras.
Es que la burocracia de un estado obrero, es una excrecencia del mismo, una casta pequeñoburguesa que no tiene ningún rol en la producción –como hemos desarrollado en estas mismas páginas. Por ello, a partir de 1959, no hubo contradicción para Fidel Castro y el M29 –una corriente pequeñoburguesa apoyada en un movimiento campesino-, en transformase en burocracia stalinista, que es también una casta pequeñoburguesa. De la misma manera, y precisamente por su carácter de casta pequeñoburguesa, no es en absoluto contradictorio que quiera restaurar el capitalismo, reciclarse en burguesía para mantener y profundizar sus privilegios, dándole una sólida base con la propiedad y la herencia.