PresentaciónEn Argentina, las clases dominantes y sus representantes políticos, intentan imponer en el imaginario popular que el 2001 fue el año de la crisis, de la miseria y desesperación de una sociedad. A modo de chantaje, agitan el 2001 como un fantasma sobre los trabajadores diciendo “acepten el presente y sus condiciones así no se vuelve al 2001, a la desocupación y el hambre”. La burguesía quiere que el 2001 quede en la historia como una “tremenda crisis” para esconder que el 2001 casi fue su propia tumba. Por su parte, las direcciones reformistas de la clase obrera evocan el 2001 como “una gran gesta popular, pero impotente para dar una salida”. Es interesante ver como los políticos patronales y las direcciones reformistas del movimiento obrero tienen un gran punto en común: ocultar la revolución. También tienen en común sus deseos de que ésta nunca vuelva a estallar. La presente obra viene a demostrar que el 2001 fue el año en que el caos capitalista y la bancarrota del régimen, tuvo como alternativa la rebelión de millones de explotados, la sublevación de los “pobres diablos” sin voz, sin derechos, sin nada, aquellos que pusieron en pie el poderosos movimiento piquetero que organizó a millones de desocupados de la clase obrera para pelear por trabajo digno atacando la propiedad de las trasnacionales imperialistas; la puesta en marcha de un poderoso movimiento de más de 400 ocupaciones de fábrica y su puesta a producir a manos de sus propios trabajadores; la alianza obrera y popular supo organizar miles y miles de “Asambleas Populares” en los barrios de todo el país, donde los vecinos tomaban sus problemas en sus propias manos y se movilizaban para resolverlos enfrentando el poder establecido. La izquierda hoy habla del 2001 como un “proceso impotente”, cuando fueron ellos los responsables de la destrucción de los organismos que las masas habían conquistado demostrando que la creatividad revolucionaria no tiene límites cuando la clase obrera rompe con la burguesía y sus sostenedores. La Asamblea Nacional Piquetera y la Interbarrial Nacional fueron verdaderos embriones de poder obrero y popular que no pudieron madurar, desarrollarse y llevar al triunfo la revolución, justamente por las direcciones que terminaron imponiéndose a su frente. |