Octubre de 2002
Este artículo fue escrito en momentos en que nuevamente el gobierno y el régimen infame sirvientes del FMI habían vuelto a golpear y a atacar con una feroz represión y persecución a los trabajadores y al pueblo en lucha. Esta vez, el golpe, que antes había sido en Avellaneda con la masacre en Puente Pueyrredón, fue en Jujuy, donde la policía hizo una verdadera cacería por las calles de la ciudad, metiéndose en casas y comercios y golpeando y deteniendo a 180 trabajadores. También en Neuquén la justicia patronal amenazaba con una orden de desalojo para expulsar de la fábrica a los heroicos obreros de Zanon, mientras los carneros rompehuelgas pagos por el ex burócrata Montes atacaban a los trabajadores.
Desde allí se intentaba dar un escarmiento a los trabajadores en lucha y a las más de 100 fábricas tomadas que fueron salvadas por sus propios trabajadores.
La izquierda reformista, en esos momentos, lejos de llamar a unir a los que luchan para frenar la feroz represión, se la pasaba discutiendo a qué candidato apoyar y qué alianza hacer para la trampa electoral que se avecinaba. Y a esto lo hacían cuando había cientos de compañeros detenidos y perseguidos en Jujuy. La izquierda reformista a la cual en ese momento se le daba extensos espacios televisivos, no decía una sola palabra de la represión salvaje y de los presos de Jujuy. ¡Una vergüenza!
Era el momento de plantear la defensa unificada de todas las fábricas ocupadas por sus trabajadores, la lucha por el control obrero y la lucha por trabajo para todos. Estaba a la orden del día el llamado a conquistar la III Asamblea Nacional Piquetera para tirar abajo a la burocracia sindical; para derrotar al gobierno y al régimen infame e imponer una salida obrera y popular a la crisis; para organizar y centralizar la lucha a favor de los trabajadores atacados como en Jujuy y Neuquén; para preparar un nuevo 20 de diciembre y organizar el boicot activo a las elecciones fraudulentas con la Huelga General, con cortes de ruta, piquetes y lucha en las calles, hasta que se vayan todos.
En defensa de todas las fábricas ocupadas por sus trabajadores.
La lucha por el control obrero es inseparable de la lucha por trabajo para todos y por el poder
Nuevamente sobre el control obrero,
cooperativismo, autogestión y cogestión
Un debate que recorre a todas las corrientes de la izquierda argentina y a la vanguardia obrera
En 2002 se realizaron tres encuentros de distintas fábricas que están siendo puestas a funcionar por los trabajadores -en el medio de la catástrofe y la crisis capitalista que las han tomado, e intentan denodadamente buscar un camino que sostenga sus puestos de trabajo. El 24 de agosto, se realizó un encuentro en Grissinópolis, impulsado por el PO; y el 7 de septiembre, uno en Brukman junto con Zanon, y otro en La Baskonia, impulsado por el Movimiento Nacional de Fábricas recuperadas en el que conviven el CTA y la CCC.
Una fuerte discusión está cruzando a las corrientes que, como la CCC y el CTA, el PO o el PTS, tienen una relativa influencia en esos procesos. Pero, lamentablemente, mientras discuten, han dividido las filas de los obreros del movimiento de fábricas ocupadas. Han realizado tres encuentros separados de obreros que tienen las mismas demandas, los mismos intereses en la lucha. Justifican esa división diciendo que tienen “diferencias ideológicas”: ¡pero la unidad de las filas obreras no puede depender de los acuerdos o diferencias ideológicas de las corrientes, sino de los intereses de la clase obrera y de su lucha!
Esta división que han impuesto con tres encuentros separados ha sido un duro golpe para los trabajadores que buscan un camino para poner a funcionar las fábricas abandonadas y en ruina que les dejaron los capitalistas. Estamos convencidos de que cualquiera que le pregunte a un obrero de base de Grissinópolis, de Brukman, Zanon, Parmalat, la Baskonia, etc., podrá comprobar que éste no acepta y no termina de entender por qué se hicieron tres encuentros separados.
Es indudable que existen diferencias entre las distintas corrientes obreras. Inclusive nosotros hemos polemizado duramente sobre el control obrero con corrientes como el PTS, el PO o la CCC.
Pero esto no es ninguna explicación para que no exista ya un movimiento unitario de todas las fábricas tomadas por sus trabajadores. Puesto que, si existiera la democracia obrera, todas las corrientes de la clase podrían intervenir con sus posiciones, con su programa y su punto de vista, en un congreso unitario de delegados con mandato, y luego serían éstos los que, por mayoría y minoría, junto a las asambleas de base, definirían el mejor programa y el mejor curso para la acción en la lucha que han emprendido.
Sin embargo, es indudable que las corrientes que encabezan este movimiento, al negarse a impulsar un método sano de democracia obrera, objetivamente imponen la división de las fábricas en lucha. Cada una de éstas intenta agrupar a su alrededor a grupos de estas empresas, lo que termina de hecho imponiendo la división.
No nos vamos a cansar de insistir que las distintas corrientes obreras, lejos de asfixiar la democracia directa, lejos de impedir el funcionamiento pleno de los verdaderos protagonistas de esta lucha en un movimiento único democrático, deben romper toda autoproclamación sectaria. Esto se torna cada vez más decisivo, puesto que una a una estas empresas están buscando una solución en municipalidades, gobernaciones, jueces, etc., y se ven obligadas a hacerlo cada una por su lado, y en las peores condiciones.
Si todas estas corrientes dicen estar por la estatización bajo control obrero de las fábricas en crisis, ¿por qué no constituir una coordinadora única que luche por esta demanda inmediata en todo el país, más allá de las formas actuales bajo la que funcionan estas fábricas y con las que los obreros consiguieron impedir su cierre, tomarlas y mantenerlas funcionando? Esto permitiría transformar cada vez más las negociaciones empresas aisladas-estado (justicia, parlamentos municipales y provinciales, etc.) donde éstas pierden o van a perder inexorablemente, en una lucha nacional centralizada.
Como veremos luego en las resoluciones de la legislatura de Ciudad autónoma de Buenos Aires sobre Grissinópolis y Chilavert, hoy son los obreros los que han tenido que poner su salario para que estas empresas se mantengan abiertas.
Pero supongamos que esto que planteamos, que para nosotros es una necesidad inmediata, sea imposible de realizar. Pero si fuera así, ¿por qué ni tan siquiera se votó un comité de lucha común con un delegado por empresa, para poder golpear en común ante el primer ataque de la policía y la justicia para recuperar las fábricas, o para acompañar todas juntas todo reclamo o medida de lucha tomada por cada una de ellas, y por una demanda urgente como es la de “Abajo la ley de quiebras”, “Fuera las manos de los patrones, las municipalidades, los jueces y la policía de las empresas tomadas por sus legítimos propietarios, los trabajadores”? Un comité de lucha así permitiría un combate unificado de los obreros de las fábricas ocupadas, no sólo de presión a los parlamentos y a los jueces patronales corruptos, sino impulsar con todo la lucha extraparlamentaria de los mismos, como parte de la pelea por un nuevo 20 de diciembre y por hacer realidad el “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”. Es más, los obreros tomando las fábricas y poniéndolas a producir, ya han iniciado este camino.
En momentos en que escribimos este artículo y cerramos esta edición, están siendo brutalmente atacados por la patronal y los rompehuelgas los obreros de Zanon y su fábrica. Indudablemente, la ausencia de esa coordinadora de lucha, impide una respuesta inmediata y centralizada de todas las fábricas ocupadas, más allá de las distintas posiciones ideológicas y programáticas que surgen sobre la autogestión, el control obrero, el cooperativismo, etc.
El actual ataque a Zanon es un alerta decisivo para poner en pie ya mismo, sin ninguna dilación, esa coordinadora de lucha.
El PO, junto al MIJD y demás integrantes de la mesa convocante del Bloque Piquetero Nacional tienen una nueva mancha en su haber: no haber permitido que en la Asamblea que acaban de realizar el 28 y 29 de septiembre se expresaran los obreros de Zanon, Brukman y las demás fábricas ocupadas que no siguen los lineamientos del señor Altamira.
¡Esto no puede volver a repetirse! Nada impide que pongamos en pie un comité de lucha para gritar “Hoy todos somos Zanon” y para, con el método de la democracia obrera, profundizar un debate programático y político de cara a la vanguardia sobre cuál es el mejor curso para asegurar el triunfo.
Indudablemente, lo que ya está demostrado es que cada pequeña o gran corriente de izquierda está imponiendo una política divisionista criminal que surge inexorablemente de su negativa a impulsar la democracia obrera, la autoorganización y la coordinación de las luchas como la única forma de garantizar la unidad de las filas obreras para el combate.
Todos buscan acuerdos de cúpulas, comisiones que se reúnen con otras comisiones, delegaciones de unos encuentros que van a los encuentros que realizan los otros. Está claro entonces que la unidad de este enorme frente de lucha que se ha puesto en pie en Argentina, habrá que imponerlo con asambleas y con mandatos y resoluciones votadas por las bases, para imponer la unidad de todas las fábricas tomadas en lucha, y de estos con el resto del movimiento obrero ocupado y desocupado.
Los obreros de Zanon tienen toda la autoridad para llamar a constituir ya ese comité de lucha con delegados de todas las fábricas ocupadas.
¡Basta de sectarismos cuando está en juego la suerte de nuestra clase! ¡Viva el debate político abierto, franco y duro para buscar un camino para triunfar! ¡Viva la unidad para luchar! Es desde esta barricada que desde Democracia Obrera intervenimos en este debate que ya lleva meses en la izquierda y en la vanguardia obrera argentina.
Las leyes tramposas de la Legislatura porteña sobre Grissinópolis y Chilavert, y el caso de Zanon y el peligro de ataque de la justicia burguesa y los rompehuelgas
La patronal y su estado, que tienen una enorme conciencia de clase basada en la propiedad, siempre intentan utilizar cada conquista o triunfo parcial conseguido por la lucha obrera, toda concesión parcial que tienen que otorgar, para transformarlas en un triunfo estratégico de su política de clase. Así, los obreros han conseguido enormes triunfos parciales como es impedir el cierre de las fábricas en quiebra producto de la catástrofe y el crac del sistema capitalista semicolonial argentino. Pero este triunfo, que por ahora se mantiene -como es el caso de Grissinópolis y Chilavert-, corre grave riesgo de desaparecer en el futuro y, como no podía ser de otra manera, son los obreros los que con su esclavitud y sus salarios de miseria tienen que pagar la bancarrota del sistema capitalista.
Las leyes 881 y 882 –apoyadas por todas las corrientes obreras en el parlamento no tocan en lo más mínimo los intereses de los capitalistas de conjunto, y terminarán garantizándoles a los capitalistas hoy quebrados y a sus acreedores una garantía o posibilidad de cobro. En el caso de los acreedores, a dos años, si la fábrica logra funcionar bien y dar ganancias. En el caso de los capitalistas hoy quebrados, les garantiza la posibilidad de, en dos años, recuperarla a precio de “quiebra” si –insistimos la fábrica logra funcionar positivamente, o bien postergar por dos años la agonía de una fábrica aislada solamente sostenida por el esfuerzo de los trabajadores. No nos olvidemos del caso de Renacer, en Ushuaia, donde entre los bancos, la AFIP y el burócrata vendido Sosa, la llevaron a la quiebra luego de robarse millones de pesos que los obreros nunca vieron.
Son los obreros de Ghelco los que deben poner los 400.000 pesos que se les adeuda de salarios, e inclusive resignar el cobrar sueldo durante meses para poner en marcha la fábrica, mientras viven con Planes Trabajar.
Estas leyes, que obligan a los obreros a transformarse en cooperativas, rápidamente empujarán a los mismos a caer en las garras del capital bancario -como sucede con toda empresa que funciona en el capitalismo que estará atento a observar sus desarrollos (siempre pagado con el esfuerzo y la esclavitud obrera) para dejar a estas fábricas cooperativas endeudadas y así, en dos años, ser el acreedor fundamental y quedarse con ellas. O en caso contrario, apoyar fuertemente a la competencia, para quebrarlas irremediablemente.
Así, el cooperativismo es poco pan para hoy y más hambre para mañana. Es muy posible que por la relación de fuerzas existente, por el aislamiento de la lucha de las distintas fábricas hoy tomadas, por la enorme traición de la burocracia sindical que también las deja libradas a su suerte o manda carneros y rompehuelgas como sucede con el sindicato ceramista nacional con Zanon, con el sindicato textil con Brukman, etc., los obreros se vean obligados a aceptar acuerdos circunstanciales que no les son beneficiosos. Pero entonces, es una obligación llamar a las cosas por su nombre y decir que es un mal acuerdo, y que hay que seguir luchando para imponer un acuerdo realmente beneficioso para los obreros. La política revolucionaria no puede ser otra que aceptar el mismo circunstancialmente, para imponer ya una coordinadora nacional y un comité de lucha de las fábricas tomadas para que sea el estado de los patrones y los monopolios el que se haga cargo de la ruina de los capitalistas aislados, que cuando ganaban millones no repartían sus ganancias, y ahora que están en crisis, quieren que seamos los obreros los que la paguemos.
Lo mismo sucede en el caso de la lucha de los obreros de Zanon, que han conquistado un mecanismo de cogestión entre la administración obrera de la fábrica y la justicia, que a nivel provincial falló a favor de los obreros, pero que a nivel nacional ya ha fallado en estos días a favor de devolver la propiedad al patrón Zanon. Es indudable que esa empresa es codiciada por los capitalistas, después de que los obreros han demostrado heroicamente que esa fábrica puede producir sin el lucro de los capitalistas parásitos.
En contra de lo que dice el PO que critica al PTS por aplicar un “control obrero judicial” en Zanon, nosotros afirmamos que los obreros de Zanon tienen todo el derecho de utilizar todos los medios que tienen a su alcance, inclusive la justicia, para garantizar la permanencia de su fuente de trabajo. Pero en contra del PTS, afirmamos que es un crimen fomentar toda ilusión en que de la mano de la justicia videlista-peronista-radical-sapagista se podrá mantener esa conquista obrera. Es más, en manos de esa justicia marchan hoy los rompehuelgas custodiados por la policía para tratar de quebrar la heroica lucha de Zanon. Por ello hemos criticado a la política del PTS que no llama las cosas por su nombre: no dice que lo que existe en esa fábrica es una cogestión obrera-patronal-judicial, una situación transitoria que no podrá mantenerse por mucho tiempo, como lo demuestran los acontecimientos actuales. Con total franqueza hemos alertado de que si hay otras dos fábricas ceramistas en crisis en la zona, la verdadera forma de avanzar en la lucha por el control obrero, sería que el sindicato organice un plan de producción común para las cuatro fábricas ceramistas, no solo para Zanon sino para Stefani, del Valle, Cerámica Neuquén. Un plan de producción para todas las fábricas ceramistas de las zonas, impuesto con la asamblea general de las cuatro fábricas, con comités de lucha, cuerpo de delegados revocable y con el sindicato ceramista a la cabeza.
Un plan de producción así no sólo incorporaría 10 trabajadores desocupados en Zanon, sino que podría imponer un nuevo turno en todas las fábricas, e inclusive la reducción de la jornada laboral, para que centenares de trabajadores desocupados entren a trabajar, decidido democráticamente por asambleas de todos los movimientos de desocupados de Neuquén.
La crítica del señor Altamira a esta experiencia, lejos de dar una salida a lo que él considera una “desviación”, es de un cinismo sin igual: ha votado las leyes de cooperativas antiobreras en la legislatura porteña, ha dicho que por el momento no se puede imponer otra cosa y que es lo que hay que agarrar, mientras quiere salvar la ropa diciéndole al estado que les dé un subsidio de miserables 50.000 pesos ¡por única vez! a Grissinópolis y Ghelco para que se pongan a funcionar. Evidentemente, lo que merece el señor Altamira es ir a trabajar a Ghelco y sobrevivir con un plan Trabajar, y no con la jugosa dieta parlamentaria que cobra.
Estos programas reformistas, con obreros produciendo por 150 lecops deja sentado un antecedente –como ya está sucediendo en varias empresas y como quiere la patronal- de tener obreros con salarios miserables de 30 dólares. Días atrás, los obreros recolectores de basura realizaron una firme movilización para impedir que la patronal tome obreros pagados con 150 lecops que habrían hecho caer sus salarios. Es que la lucha por la estatización sin pago y bajo control obrero de toda empresa que cierre o despida, es parte de la lucha por imponer trabajo para todos, con un turno más en todas las empresas, con reducción de la jornada laboral y con aumento de salarios para recuperar lo que la crisis capitalista se devoró en los últimos años. Por el contrario, el programa reformista, lejos de unir, divide a las filas obreras.
Y a esas leyes votadas por la legislatura porteña, la izquierda reformista las ve como un triunfo colosal, ¡mientras el ARI aplaude gustoso la imposición de su política patronal!
Nosotros afirmamos que, lamentablemente, la política reformista que despierta ilusiones en el parlamento o en la justicia, no prepara a los obreros para los combates decisivos presentes o futuros.
Se corre el riesgo de impulsar el patriotismo de fábrica, y no que éstas deben ser una barricada para impulsar la unidad de las filas obreras y la toma del poder, puesto que, sin revolución obrera, sin poner en pie un organismo de lucha de todos los explotados, ningún triunfo es permanente, y mucho menos en este caso.
Imaginémonos por un instante a 100 fábricas aisladas unas de otras, funcionando bajo cooperativas o administración obrera: lo que surge irremediablemente como perspectiva es la experiencia de Renacer en Ushuaia, una fábrica que se transformó en cooperativa y luego en sociedad anónima, de la que se hizo cargo el sindicato, que se sostuvo mientras a su alrededor cerraban una a una las demás fábricas metalúrgicas de Tierra del Fuego, dejando 8.000 obreros despedidos. Era claro que Renacer, frente a semejante derrota de los trabajadores metalúrgicos, no podría subsistir mucho tiempo, separada del resto de las fábricas de la misma rama de producción de todo el país. Para poder hacerlo tuvo que sacar créditos en los bancos, dedicarse a colocar su producción en el mercado, con el director obrero del sindicato dedicándose horas y días a gestionar créditos con los banqueros, a tratar de entrar en el circuito de comercialización para vender la producción. Inevitablemente, el director obrero de una fábrica aislada como fue Renacer, terminó subordinado a las leyes del sistema capitalista: así, el ayer combativo Sosa, terminó siendo comprado, bajo la presión de tener que conseguir en una economía capitalista los recursos para hacer funcionar a una fábrica aislada.
Si la burguesía hace surgir a la burocracia en un sindicato; si incluso la burguesía imperialista mundial hizo surgir una burocracia inclusive en los antiguos estados obreros, ¡cómo no va a terminar descomponiendo a toda dirección obrera de una fábrica aislada puesta a funcionar como cooperativa, o bajo gestión obrera, en medio de la producción, la comercialización y la competencia capitalista, si esa conquista parcial no está al servicio de la lucha por el poder! Y esta dura verdad hay que decírselas sin tapujos y con claridad a las capas obreras que entran en esta difícil lucha.
Por eso, todo patriotismo de fábrica, como ya lo planteara la III Internacional revolucionaria de Lenin y Trotsky lleva, a la larga, a la pérdida de la conquista que significa tomar una fábrica y ponerla a producir en manos de los obreros. Toda política de cooperativa o gestión obrera, separada de la lucha por el poder, prepara inevitablemente derrotas estratégicas para mañana.
Inclusive, esta cuestión no solo es válida antes de la toma del poder, sino también después. Así, en la revolución rusa luego de la toma del poder por los soviets bajo la dirección del partido bolchevique, durante
1917 y 1918, casi se descompuso la naciente Unión Soviética revolucionaria, justamente por el control obrero. Es que los bolcheviques no expropiaron inmediatamente a los capitalistas puesto que eso podía llevar, en ese momento, cuando Rusia venía de cuatro años de guerra imperialista, a una desorganización total de la producción, sino que impusieron el control obrero en todas las ramas de la producción. ¿Y qué hacían los capitalistas, aún bajo un gobierno obrero revolucionario? Usaban el control obrero para dividir las filas obreras. Así, el patrón de cada fábrica decía: “no hay más insumos para producir”, y mandaba al comité de fábrica que imponía el control obrero a conseguir los insumos para producir. Los obreros los iban a buscar, pero se encontraban allí con obreros de otras fábricas que también los necesitaban, y terminaban inclusive enfrentándose dura y violentamente entre los propios obreros por los insumos.
Así, en 1918, los bolcheviques tuvieron que imponer la expropiación a los capitalistas, porque éstos estaban utilizando el control obrero para boicotear la producción y para dividir las filas obreras. Es que el control obrero, aún después de la toma del poder, no elimina el problema crucial, que es la cuestión de la propiedad de las fábricas. De esta manera, aún después de la toma del poder, el control obrero de la producción es un paso táctico, transitorio en el camino de la expropiación, puesto que, mientras sigan rigiendo las leyes del capital puede desorganizar la producción y dividir las filas obreras, porque el capital se reproduce automáticamente, aunque los reformistas no puedan comprenderlo.
Si esto es así aún después de la toma del poder, ¡qué no hará la burguesía, los banqueros, la competencia, con fábricas cooperativas o bajo gestión obrera, aisladas unas de otras, cuando la clase obrera en Argentina no se ha hecho del poder! Por eso, la III Internacional de Lenin y Trotsky, alertaba sobre el falso patriotismo de fábrica, diciendo: “Para lograr la organización regular del control obrero en las fábricas, es absolutamente necesario que los sindicatos dirijan los comités de fábrica y relacionen y combinen el trabajo de dichos comités con los de las empresas de una misma industria para prevenir de esa manera los inevitables intentos de cultivar el patriotismo de fábrica que puede producirse si el control está diseminado” (Tesis del II Congreso de la III Internacional sobre comités de fábrica y el control obrero).
El sistema capitalista en crisis, bajo crac y catástrofe, salva siempre lo sustancial del capital mientras depura
y deja para los obreros su propia crisis y pudrición
El hecho que ha confundido a esta izquierda cada vez más reformista, y que la tiene obnubilada, es que ya más de 100 fábricas están tomadas por sus trabajadores en vías de convertirse en cooperativas, o bajo cogestión obrera y estatal, sin que el estado y la patronal hayan intervenido duramente de conjunto, por ahora, recuperando esas fábricas a través de su policía y la justicia, como sí hicieron con las rutas cortadas ayer en Mosconi, en el puente Avellaneda, etc.
Nosotros afirmamos que esto sucede en primer lugar, gracias a la lucha y heroísmo de los obreros de esas fábricas. Pero alertamos que, en cualquier momento, la burguesía va a usar alguna de esas fábricas
-como hoy sucede con Zanon para concentrar fuerzas en ellas y dar un escarmiento físico a la vanguardia obrera, como lo hiciera ayer en Puente Pueyrredón. Está claro que todo apunta a los obreros de Zanon, que están haciendo la experiencia más avanzada. La tardanza en poner en pie un comité de lucha nacional puede hacer peligrar estratégicamente toda la lucha por el control obrero.
Los ataques que se preparan son el garrote para los procesos más radicalizados, mientras que, por otro lado y para que los obreros acepten ser ellos los que paguen la crisis, vendrán las frases dulzonas de los que les dicen que la salida es hacer cooperativas, autogestión, y demás trampas.
Es que los capitalistas y su estado, en épocas de catástrofe y crac, y sobre todo ante situaciones de crisis de dominio y de posibilidad de levantamiento o revolución de sus esclavos, siempre tienden a ceder algo periférico y secundario de su sistema, para no perder todo, y para inmediatamente, contraatacar.
Esta premisa presupone que los obreros, lejos de pelear por lo mínimo –cooperativas, bolsones de comida en el caso del movimiento de desocupados, etc.- sólo luchando por todo, consiguen algo. Inclusive los propios planes trabajar miserables han sido conseguidos con grandes luchas revolucionarias, no solamente ayer en Cutral Có y Jujuy sino con el mismo 20 de diciembre donde ha quedado gravemente herido el régimen infame y sus gobiernos.
Esto ha sucedido en magnitudes enormemente superiores a las de la crisis y catástrofe actual en Argentina, por ejemplo, a la salida de la segunda guerra mundial, cuando, luego de la derrota del fascismo, la burguesía veía amenazado inclusive el poder en Francia, en Alemania, en Italia, etc.
¿Cómo actuó el sistema capitalista mundial frente a semejante catástrofe a la salida de la guerra y el peligro de la revolución? Pactó con la burocracia stalinista que le entregaba a ésta, para que controle la revolución, sectores secundarios de la economía mundial, como China, los países del este de Europa, etc., pero para que ésta le salvaguardara la economía de las potencias imperialistas centrales que son las que controlan la economía capitalista mundial. Y así sucedió que, luego, una vez recompuesto el sistema capitalista, controlada la revolución china, yugoslava, cubana, etc., por la burocracia stalinista, la economía mundial largó, a partir de los ‘80 una contraofensiva para recuperar esos estados obreros, cosa que logró a partir de los ‘90 comenzando por la ex-URSS, con esa misma burocracia devenida en burguesía restauracionista.
En Argentina, ante la catástrofe económica, la crisis de los de arriba y el levantamiento revolucionario de masas que protagonizamos el 20 de diciembre, la burguesía está dispuesta a entregar circunstancialmente, durante un corto período –eso sí, bajo formas de cooperativas, cogestiones, etc.- sus empresas quebradas, para que se sostengan a costa del hambre y la esclavitud obrera. Y para que luego, una vez que la economía se recomponga con un nuevo ciclo de crecimiento, y su régimen y estado logren fortalecerse, habiendo salvado lo sustancial de la economía capitalista –es decir, los bancos, los monopolios, las petroleras, las privatizadas, las grandes automotrices y fábricas de la alimentación, las mejores tierras-, vuelvan al ataque para tratar de recuperar lo que sirva de lo que los obreros sostuvieron con su sacrificio, o destruir lo que esté demás. Mientras tanto, darán su escarmiento e intentarán propinarles a los trabajadores derrotas físicas allí donde los procesos de gestión obrera estén más avanzados.
Nosotros afirmamos que así funciona el sistema capitalista en esta época de crisis, guerras, cracs y revoluciones. Por ello, aunque parezca mentira, hay algo que une a los organizadores de los tres encuentros, y que los diferencia enormemente de la política de los socialistas revolucionarios. Hay un programa sustancial que une al CTA, la CCC, el PO y el PTS en el frente de lucha de las fábricas tomadas: todos dicen “Por la reapertura de las más de 1000 fábricas cerradas para imponer el control obrero”. Pero se detienen en su programa de demandas inmediatas justo en el punto de partida de la lucha por el control obrero. Nosotros, por supuesto, hacemos nuestra esa elemental demanda de “ningún despido, reapertura de las fábricas cerradas y ponerlas a producir bajo control de los trabajadores”, pero afirmamos que esa demanda es inseparable de la lucha por el control obrero y por la liquidación del secreto comercial y la apertura de los libros de contabilidad de todos los monopolios, los bancos y las empresas de la gran patronal y las empresas imperialistas que sí dan ganancias.
¡Fuera el secreto comercial! ¡Por la nacionalización y el control obrero de la Repsol, la Telefónica y la Telecom! Los obreros debemos decir que no sólo nos interesa la crisis de tal o cual fábrica aislada, sino que queremos poner bajo los ojos vigilantes y bajo nuestro control a las empresas y bancos que son los que provocaron esta catástrofe. Debemos decir que para que haya crédito para poner a producir las 1200 fábricas que debemos tomar en nuestras manos, hay que expropiar al capital financiero y a sus bancos, expropiadores de los ahorros del pueblo, e imponer un banco estatal único que garantice la puesta en funcionamiento de estas empresas como parte de un plan obrero de producción en gran escala de las grandes concentraciones y grupos económicos que han parasitado las riquezas nacionales.
Por ello, nuestra lucha es decirles a los obreros: tomemos toda conquista parcial que conseguimos en el curso del combate, aprovechémosla, pero la solución no es resolver el problema de la quiebra de 1200 empresas sino la quiebra de un sistema de conjunto que tienen 6 millones de desocupados, y eso se hace atacando no sólo la propiedad que está en quiebra, sino la que da ganancias. Por eso nuestra lucha es por unir los reclamos de los obreros de las fábricas tomadas con los de los trabajadores desocupados, con la lucha por un nuevo turno de trabajo en todas las empresas, para poner a producir los 48.000.000 de horas hombre de trabajo que se pierden diariamente por la persistencia de más de 6 millones de desocupados y subocupados, por culpa de un sistema inmundo que ya ni siquiera puede darle de comer a sus esclavos.
Pero para hacer esta gran lucha, a los obreros de las fábricas tomadas y a los desocupados hay que decirles la verdad: que hay que derrotar a la burocracia sindical que es la que impide que se reunifiquen todas las capas obreras en una sola lucha, y no sólo en una seccional, sino a nivel nacional. Porque de la mano de ésta, como sucede hoy en Zanon, se organizarán los rompehuelgas pagos para quebrar las heroicas luchas. Que hay que poner en pie para ello un gran congreso nacional de todas las masas en lucha, para unirse con los ahorristas expropiados por los bancos, con los desocupados y los ocupados. Hay que decir lo que decimos los marxistas revolucionarios desde hace meses: que el accionar de los capitalistas será mandar a sus bandas asesinas y que por eso hay que poner en pie comités de autodefensa, en definitiva, hay que decirles que es necesario preparar la lucha por el poder de la clase obrera y los explotados, única posibilidad de resolver definitivamente el control de las fábricas que están en crisis y cierran y también las que esclavizan con salarios de miseria a la clase obrera.
El camino del reformismo es el más largo, el más tortuoso y el que más divide las filas obreras, el que separa la alianza obrera y popular. Por el contrario, con este programa los obreros de las fábricas tomadas, los ocupados y desocupados podrían restablecer la alianza con las clases medias estafadas, que hoy han sido canalizadas por charlatanes como Nito Artaza hacia una política patronal y de confianza en la justicia burguesa.
Esos programas mínimos de los reformistas separados de una estrategia revolucionaria, dividen y debilitan la lucha obrera. Y después terminarán chillando y diciendo: ¡“Qué atrasados que son los obreros”!
Porque esta izquierda reformista no hace más que repetir en pequeña escala, la vulgaridad teórica y antiobrera del stalinismo que hablaba de “socialismo en un sólo país”. Esta izquierda reformista le quiere hacer creer a la clase obrera que puede haber control obrero y “socialismo” por un largo tiempo, en fábricas aisladas, y en medio de una economía capitalista controlada por los grandes monopolios y los grandes bancos.
Quienes han llevado ya hasta el paroxismo esta política reformista, son los que ha largado la consigna como hiciera ayer la burguesía nacional con el “compre nacional” de “compre control obrero”. ¡Como si se pudiera imponer el control obrero de fábricas aisladas, a través del mercado y no expropiando la propiedad y derrotando a los capitalistas, a su gobierno y su régimen, e imponiendo la revolución obrera!
La conquista de mantener la fábrica produciendo e inclusive la venta de los productos, no puede ser una simple orientación mercadista de compra y venta, sino que tiene que ser una herramienta para imponer la unidad de las filas obreras, y de los obreros de las fábricas ocupadas con los de las fábricas de la competencia. Cada fábrica aislada vendiendo en el mercado capitalista separa a los obreros de la misma rama de producción, justamente por la competencia capitalista. Lo único que puede unirlos es la lucha por trabajo para todos con salarios dignos, por el control obrero como parte de un plan obrero y popular de emergencia, y la lucha contra la burocracia sindical.
Por el contrario, los dirigentes de la izquierda reformista, de marxistas, se han transformado en vulgares mercadistas y consumistas, todas ellas ideologías utópicas y pequeñoburguesas que pueden llevar al proletariado a un callejón sin salida estratégicamente. ¡Señores!, en una sociedad capitalista, al mercado lo controlan las empresas de mayor productividad y tecnología. Nos hacen acordar a los utópicos hippies de los ‘70 que nos decían que no tomando Coca Cola fundíamos a la Coca Cola. ¿Habrá límites a tanta insensatez antimarxista?!
Se puede perfectamente no inventar campañas de marketing en el mercado que desarrollan veneno reformista en la cabeza de los obreros, y a la vez ser solidario con las fábricas ocupadas, ayudando a que vendan su producción y consigan sus insumos, pero para hacer el aguante a la extensión y a la coordinación de las luchas, a su centralización, a la derrota de la podrida burocracia sindical que las aísla, en definitiva, a la lucha por el poder.
Pero lamentablemente la izquierda reformista ya ha dicho que no lucha por el poder obrero, sino por una Asamblea Constituyente que será la que, votando, resuelva todos los problemas. ¡Esta política de querer llevar tanto esfuerzo, tanta lucha de la clase obrera y los explotados, para votar mejor y administrar la crisis, nos hace parafrasear al reformismo del siglo XIX que hablaba de la “filosofía de la miseria”, y a Marx y Engels que le respondían con “La miseria de la filosofía”! Hoy podríamos decir que a la izquierda del régimen le caben las dos formulaciones: la del “socialismo” que sólo quiere repartir la miseria, y la miseria de los “socialistas” de la izquierda reformista de hoy.
El señor Levin, el teórico de la izquierda reformista
Pablo Levin, profesor de la UBA, organizador de distintos seminarios sobre gestión obrera en las Pymes y en las fábricas autogestionadas con los que intenta introducir a los obreros de las fábricas tomadas a la conquista del mercado, ha declarado al diario Clarín del 22/9/2002, lo siguiente: “Sería posible pensar que de profundizarse y generalizarse este fenómeno suceda algo parecido a lo que ocurrió en los siglos 16, 17 y 18, cuando la burguesía fue creando una nueva economía hasta que hizo su propia revolución. Ojalá que en los próximos años podamos ver formas de transición hacia el socialismo. Y no hay que asustarse. Lo que nos mostró el siglo 20, no era socialismo sino una especie de complicidad ideológica entre Occidente y Oriente, porque a los dos les convenía llamarlo así, a uno para descalificarlo, y al otro para arrogarse el título”.
Es indudable que este profesor universitario, integrante del grupo de economistas de la UBA, es el que mejor expresa teóricamente una política pequeñoburguesa y utópica para la clase obrera y su perspectiva revolucionaria. Lo que Levin dice, es que durante décadas y siglos, la clase obrera puede ir tomando de a poco todas las fábricas, los bancos, las tierras, hasta que, una vez que ya sea propietaria y controle todos los medios de producción, haga la revolución.
El socialismo utópico, que el marxismo del siglo XIX dejó atrás, fue un jalón, en su superación, del socialismo científico. Pero este nuevo seudo socialismo utópico es abiertamente reaccionario. Quiere negar el viejo “socialismo” stalinista y plantea una política tan o más reformista que aquél. La burguesía, durante tres siglos, pudo ir conquistando la economía en el marco de la sociedad feudal, porque era una clase propietaria, manejaba entre otras cosas, el dinero y el comercio, incluso compraba los príncipes, les prestaba para que se financien. Fue una clase explotadora, propietaria que realizó su gran acumulación de capital en base a guerras y piratería, como fue el pirata Morgan y las guerras de las cruzadas para apropiarse de riquezas de otras zonas del planeta.
Pero es tan reformista y reaccionario el señor Levin, que no dice que para conquistar durante siglos un nuevo sistema burgués, hubo guerras, guerras de millones de campesinos, utilizadas y traicionadas mil y una vez por la burguesía naciente, como sucedió a fines de 1400 y en 1500 en Alemania con el surgimiento del luteranismo, donde la burguesía terminaba pactando con los nobles la masacre de las alas izquierdas revolucionarias del campesinado al que utilizaba para negociar mejor. Este cuento de hadas de la historia ignora que en los siglos 16 y 17 se conquistaron las ciudades burguesas, en base a guerras y tiros con los nobles, se hacían pactos de tributos como en Génova, en Milán, en los cantones suizos.
Durante siglos la burguesía como clase propietaria usó a otras clases explotadas, y logró madurez porque terminó controlando el dinero, la cultura, la ciencia y la tecnología, en primer lugar las universidades, para terminar luego con Cromwell y sus picas en Inglaterra y con la guillotina de Robespierre demoliendo el estado feudal y haciendo su propia revolución.
En primer lugar, el señor Levin niega que la clase obrera, sólo de forma transitoria, en momentos convulsivos y revolucionarios, puede aquí y allá en su lucha revolucionaria, tomar tal o cual fábrica, imponer el control obrero, pero jamás podrá adueñarse de los sectores claves de la economía sin hacerse del poder y sin enfrentar una respuesta contrarrevolucionaria de la burguesía. Esas “formas de transición hacia el socialismo” de la que habla y que aplican sus seguidores de la izquierda reformista, no es más que pregonar la “vía pacífica al socialismo” que ya se probara en Chile y terminara en la masacre sangrienta del golpe de Pinochet. La única economía de transición se consigue derrotando la dictadura de los capitalistas y en la lucha por imponer la dictadura del proletariado, es decir, el gobierno de la más amplia mayoría contra una minoría de explotadores, una revolución obrera y socialista nacional que solamente puede terminar de cumplir sus tareas a nivel internacional y mundial.
Pero en segundo lugar, el señor Levin se niega a decirles a los obreros que cada fábrica que toman, cada ruta que cortan, va a llevar a que la burguesía, para defender su propiedad organice bandas armadas, masacres como el 20 de diciembre, haga genocidios como en los ‘70, que es lo que hizo y va a hacer en todo el mundo para defender su dominio en esta época de decadencia, tal cual como surgió, pirateando, robando y con guerras. Si por mucho menos que esto, únicamente porque la burguesía nacional en Afganistán quiso negociar con el imperialismo la renta petrolera, -igual que hace Saddam Hussein- recibió como respuesta una guerra de exterminio en Afganistán y la hoy preparación de un nuevo ataque a Irak, ¿¡qué no harán los carniceros imperialistas y las burguesías cipayas para aplastar una revolución obrera y socialista!? ¿¡Qué no hará el estado burgués para recuperar para recuperar su propiedad cuando ésta se ve amenazada por heroicos obreros en luchas aisladas por fábrica!? El señor Levin no educa a los obreros en los combates decisivos que tienen por delante. Su política aplicada en los hechos es la división de las filas obreras.
Quiere darles curso sobre el mercado y sobre formas de marketing a los obreros, pero no los prepara para lo que se viene: que si no aceptan las cooperativas y las sociedades anónimas costeadas con el sudor y el salario obrero, serán brutalmente atacados por las fuerzas de represión del estado, por la justicia burguesa, y con ayuda de carneros y rompehuelgas de la burocracia sindical.
El retraso en poner en pie un partido revolucionario de la clase obrera que esté a la altura del ataque de los capitalistas, que luche por la más amplia democracia obrera y la centralización y coordinación de las masas en lucha, que a cada paso les haga comprender a los obreros quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos, que luche por que la crisis la paguen los capitalistas, es el mayor retraso que sufre la clase obrera argentina. La crisis no es de los obreros industriales que no intervienen, ni del supuesto “atraso de la conciencia de obreros que no han roto con el peronismo”, sino que la crisis es que amplias capas de la clase obrera y los sectores en lucha han ido a los partidos que les prometían que los iban a dirigir en luchas decisivas contra los traidores de la burocracia sindical y por el “argentinazo” y hoy se encuentran enredadas en las redes del reformismo.
Hay que desatarles las manos a los obreros revolucionarios, hay que impulsar su autodeterminación y democracia directa, y así podrán comprender rápidamente y por su propia experiencia que el reformismo es el camino más lejano a la victoria y el más cercano a la derrota.