Abril de 2002
Este artículo fue escrito en momentos en que el gobierno de Duhalde bajo el mando único del imperialismo yanqui intentaba reconstituir el régimen infame y sus instituciones descalabradas por las acciones revolucionarias de masas del 2001. La burocracia sindical de la CGT y la CTA que apoyaban a este gobierno, mantenías divididas y aisladas las filas obreras que enfrentaban una oleada de despidos fábrica por fábrica y el cierre de éstas. El gobierno cipayo de Duhalde, preparaba así un golpe selectivo a las masas, el que fuera llevado a cabo en junio de 2002 con la masacre del Puente Pueyrredón.
La nueva dirección del movimiento de desocupados y ocupados, la burocracia piquetera, se negaba a unificar en un mismo torrente todas estas fuerzas para organizar un nuevo embate de masas que pudiera terminar la acción iniciada en diciembre de 2001 e hiciera realidad el grito de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Estaba a la orden del día poner en pie un reagrupamiento de trabajadores ocupados y desocupados para derrotar a la burocracia, para poner bajo control obrero todas las ramas de la industria y por el reparto de las horas de trabajo.
La revolución estaba en una encrucijada: o ésta avanzaba con nuevos embates que hicieran saltar por los aires al régimen odiado o las masas pagarían con nuevos sufrimientos inauditos el brutal golpe económico que el imperialismo, el gobierno cipayo de Duhalde, el odiado régimen y las patronales capitalistas preparaban para descargar sobre las masas.
La lucha por la estatización bajo control obrero
por rama de la industria
Los 170.000 despedidos del primer trimestre del año 2002, el constante cierre de fábricas, el 60% de capacidad industrial ociosa, las millones de horas hombre perdidas por suspensiones, la baja de los salarios de bolsillo, etc. son los datos del crac económico patronal-imperialista y la expresión de la total crisis y decadencia de las fuerzas productivas bajo el dominio imperialista. En esta situación, ante la caída de la tasa de ganancia, la patronal y el imperialismo descargan un brutal golpe económico sobre las masas trabajadoras de la nación oprimida, que en el movimiento obrero industrial se aplica con la colaboración directa de la burocracia sindical. El objetivo es imponer salarios de 100 dólares o menos, al nivel de Nigeria, Tanzania, Chile o Brasil; la única manera de hacer competitivos los negocios y volver a invertir.
No hay minuto en la vida de este país donde no se escuche a la patronal llorando "la desgracia de esta crisis que nos afecta". Y usan el plural, porque seguidamente proponen a los trabajadores acuerdos y planes "especiales" de producción en crisis, fábrica por fábrica, sector por sector. Así es como con la colaboración de la burocracia sindical imponen acuerdos de crisis por fábrica, donde cada patrón les impone a los obreros de su planta su solución frente a la crisis que ellos crearon y sus malos negocios. Y allí proponen “planes de producción por la crisis” donde la parte del león de este acuerdo la ponen las familias obreras.
Los obreros de las automotrices, que es la rama industrial que más ganó en los últimos diez años sobre la base de una brutal explotación obrera, vienen comprobando cómo la burocracia del SMATA de Rodríguez acepta ya hace un año largo suspensiones sistemáticas, a cambio de parte del salario. Los obreros con el 75% del salario, en medio de esta crisis terrible, intentan llegar a fin de mes, aterrorizados por el látigo de la desocupación. Mientras tanto, la patronal de la Chevrolet y la Renault, que ahora tienen un negocio para exportar una determinada cantidad de producción, invierten en nuevas líneas de producción con parte de los salarios que no pagan y toman temporalmente unos pocos trabajadores por debajo de los convenios conquistados. Igual está la situación en la Mercedes Benz: después de un mes sin trabajar, se labura un día por semana para una exportación específica a Alemania, adelantando las vacaciones para todo el personal sin que puedan tenerla el próximo año, mientras están suspendidos con el 75% del salario.
En estos días, los medios de comunicación avisan la buena nueva de que la fábrica de calefactores Eskabe de Mar del Plata ha vuelto a producir reincorporando 60 obreros... ¡de los 180 que tenía antes de cerrar! La patronal se agranda y dice que si empiezan a vender, de a poco incorporarán a los que todavía están suspendidos. Como contracara, la Longvie de Catamarca cerró y se va a Brasil dejando 400 obreros en la calle y la Philco de La Matanza desde diciembre se encuentra cerrada.
Esta política de la patronal, impuesta fábrica por fábrica por la burocracia sindical que dejó inerme al movimiento obrero, significa que cuando los negocios de la patronal van bien, nos imponen salarios de hambre y la flexibilización laboral, pero cuando a tal o cual capitalista los negocios se les hunden, exigen que los obreros sean los que paguen la crisis, poniendo el hombro a las pérdidas de la patronal y llevándolos a la ruina y la derrota. Y si surgen nuevos negocios por la reanimación de esa rama de la economía, imponen nuevas condiciones de trabajo con salarios más bajos y mayor flexibilización, para recuperar las pérdidas sobre nuestras espaldas.
Todos estos ejemplos son la salida que la patronal, que habla de "la defensa de la producción y el trabajo nacional", de la "cultura del trabajo", hoy impone. Esto es lo que ya aplican con éxito en Chile, donde la clase obrera, atada a negociar fábrica por fábrica, es la más flexibilizada del mundo. Porque la patronal y la burocracia son conscientes de que llevar a los trabajadores a negociaciones fábrica por fábrica es un camino directo a la ruina.
El resultado de la imposición del plan patronal ha significado, en primer lugar, el hundimiento del salario por la vía de un enorme ejercito industrial de reserva. En segundo lugar, que la crisis se descarga sobre los hombros de los obreros. En tercero, dejando un tendal de destrucción, la patronal fugó 150 mil millones de dólares al exterior, para volver, en su momento, de la mano del imperialismo y devaluación mediante, a comprar el aparato productivo por dos pesos, “reactivando” la economía con un mar de familias obreras en la miseria absoluta.
A causa de la traición de la burocracia sindical, los trabajadores y el pueblo no han podido realizar el nuevo embate de masas que se necesita para barrer definitivamente al régimen cipayo. El movimiento de desocupados, que amenazaba con unir a todas las fuerzas del movimiento obrero, hoy está dividido por una nueva burocracia sindical que los separa de los trabajadores ocupados.
El resultado, es que dividido y ante el ataque patronal, el movimiento obrero industrial se ve obligado a dar heroicas luchas desesperadas de resistencia, defensivas, fábrica por fábrica.
Cooperativas y gestión directa de la producción: Los trabajadores demuestran que la clase obrera es la única capaz de defender la producción poniendo a funcionar las fábricas cerradas
Como parte de este ataque ha surgido además un fenómeno nuevo, donde también los trabajadores se hacen cargo de la crisis de los patrones: son las casi cien fábricas puestas a funcionar por los obreros, organizadas como cooperativas o como en Zanon, una pequeña fábrica ceramista, bajo la gestión obrera de la producción y la administración de la fábrica a cargo de la justicia patronal. Esto surgió en respuesta a los patrones que directamente se retiran de las fábricas, abandonando la producción y dejando en manos de los trabajadores las empresas que ellos arruinaron, llenas de deudas.
Los ejemplos de Zanon y Brukman, de RENACER de Tierra del Fuego, de Ingenio Ledesma de Jujuy, de Frigorífico Yaguane y Cosméticos Roby de La Matanza, de los tractores Zanello en Córdoba, de Polimex de la Capital Federal y el resto de casi cien fábricas muestra la amplitud de este fenómeno.
Así es como estos compañeros todavía pueden alimentar a las familias, como en el caso de las cooperativas, pero con menos salarios, para pagar parte de la deuda que los anteriores propietarios dejaron. Además, como están sujetos a las leyes de la competencia capitalista, en las fábricas cooperativizadas en lugar de mejorar las condiciones de vida de las familias obreras, éstas han empeorado, con salarios de hambre. Aquí también siguió la burocracia el camino de la patronal: huyeron, porque si no está la patronal, ¿quién pone la plata en el bolsillo de la burocracia? Cuando se quedaron, los burócratas terminaron convirtiendo la Comisión Interna en el directorio de la empresa y administrando los planes de producción como patrones, como en el Yaguané.
Es en Cerámicas Zanon donde se concentra hoy una avanzada de esta lucha de resistencia. Zanon consiguió, después de una lucha de meses contra la patronal y la burocracia -a la que se la echó del sindicato seccional- la gestión obrera de la fábrica, con la justicia administrando las finanzas de la fábrica en quiebra.
Cooperativas o gestión obrera de la producción, todos estos ejemplos, más allá de sus diferencias, demuestran que la única clase que ansía y es capaz de defender la producción es la clase obrera, que mantiene como puede, en las peores condiciones por responsabilidad de sus direcciones, las fuerzas productivas para que no se destruyan. Si no fuera por los trabajadores, todas esas fábricas hoy serían galpones con carteles de venta y las máquinas, un rejunte de metales oxidados sólo para ser vendidos como chatarra. Por esto es que afirmamos que la única clase que puede reconstruir lo que estos saqueadores destruyen en su rapiña, es la clase obrera.
La primera respuesta obrera ante los cierres o despidos y suspensiones masivas: tomar la fábrica y ponerla a producir, exigiendo la estatización bajo control obrero
Así está hoy el movimiento obrero industrial: la mayoría de las fábricas con el 45% de los trabajadores contratados en negro; otras con suspensiones y planes de producción justo a tiempo, galpones vacíos y máquinas herrumbradas, mientras hay fábricas que sólo se mantienen abiertas por el sacrificio enorme de la clase obrera. Divididos por la burocracia, aislados por fábrica, con el terror de la desocupación y con los planes del gobierno y la patronal de volcar ese enorme ejército industrial de reserva que ellos mismos crearon, los cuatro millones de desocupados, sobre las fábricas con los planes trabajar pagados por el gobierno y el resto del sueldo por la patronal.
Por eso, por cada fábrica que cierra, que suspende, que despide, o donde la patronal declara el lockout, los trabajadores deben responder rechazando las soluciones de crisis que nos quieren imponer la burocracia y la patronal. ¡Rechacemos los “acuerdos de solución a la crisis”! El camino es continuar los ejemplos de Brukman y Zanon. ¡Ocupemos las fábricas! ¡Como primera medida, imponer que la patronal mantenga el salario entero de los obreros despedidos y suspendidos, sean contratados o efectivos, por falta de trabajo! ¡Qué paguen con lo que acumularon durante años! ¡Qué la crisis la paguen ellos!
¡Abajo el secreto comercial!
¡Apertura de los libros que ocultan el saqueo capitalista contra los trabajadores!
¡Control obrero de toda la rama!
Cuando la guita entraba, salía en valijas a los bancos internacionales y los paraísos fiscales. Ahora los patrones lloran con lágrimas de cocodrilo y nos hacen a los obreros dueños de la miseria. Para responder a esto hay una sola demanda posible: ¡qué nos muestren los datos de sus crisis en toda la rama de producción! Queremos los libros de contabilidad de toda la industria, para controlar todos los negocios que hacen los capitalistas. ¡Abajo el secreto comercial de los patrones! Este es el primer paso para imponer el control obrero de la producción
Bajo el control obrero, los trabajadores podremos develar, como bajo el cristal de aumento de una lupa, los secretos comerciales de los capitalistas, que ellos esconden bajo el principio de la libre competencia, pero son en realidad el corazón de la conspiración de los capitalistas contra los intereses de los trabajadores y de toda la sociedad. Para garantizarlo es que necesitamos el control obrero de toda la rama y no puede haber control obrero sin la abolición de los secretos comerciales. Este es el primer paso hacia el control efectivo de la industria.
Así podremos saber adónde fueron los 150 mil millones de dólares que la patronal fugó y que acumuló en base a la evasión de impuestos y créditos truchos, como es el caso del crédito de 20 millones de dólares del Banco Mundial para que la familia Zanon “modernice la fábrica” y que ésta se guardó cerrándola.
El control obrero en una fábrica es un paso, pero si está en el camino de extenderlo a toda la rama de producción. La fábrica aislada, inevitablemente se hunde, ya sea cuando hay reactivación por la competencia de los monopolios, o por la crisis. Hay fábricas que están produciendo y son rentables; otras no. El control obrero hay que extenderlo a todas, estatizando toda la rama de producción. Porque las fábricas que andan bien, están rodeadas de otras a las que cada vez más la patronal las hunde. Y más temprano que tarde los capitalistas se lanzarán al ataque.
Decir que con una sola fábrica podemos sostener el control obrero, sin poder aprovechar toda la capacidad productiva de varias plantas del mismo ramo, es mentirles a los trabajadores.
¡Estatización bajo control obrero!
La exigencia de estatización es para que sea el Estado el que provea los elementos necesarios para la actividad múltiple que cada empresa precisa para funcionar: que se ocupe de asegurar los elementos industriales, técnicos, financieros y comerciales cotidianos de la empresa, la distribución de la producción en el mercado local o exterior. La estatización es necesaria porque es imposible pensar que los trabajadores, que no cuentan con capital, puedan sostener la producción sin crédito y mantengan una inversión técnica que les permita la más alta productividad y eficiencia del trabajo. Pero todo esto deberá ser fiscalizado por la atenta y vigilante mirada de los obreros, transformados en los administradores directos de la producción con un directorio obrero.
La lucha por el control obrero y contra la desocupación
El gobierno y la patronal quieren con el “plan social” para tres millones de desocupados, utilizarlos a éstos como un enorme ejército de reserva de mano de obra a centavos la hora, para volverlo contra los obreros con trabajo para bajarles aún más sus salarios de hambre.
Por eso el programa de control obrero separado de la lucha por la escala móvil de horas de trabajo y de salarios, para conseguir trabajo y salarios dignos para todos, puede terminar dividiendo aún más las filas obreras y siendo la base del surgimiento de una “aristocracia obrera” en un mar de obreros hambrientos; división similar a la que lamentablemente hay entre los obreros petroleros venezolanos y el resto de la clase obrera de ese país, que lo hizo ser -de la mano de la burocracia sindical- la base social de la intentona golpista pro-imperialista.
El sentido del combate por el control obrero no es otro que el de reunir a todos los trabajadores para organizar un plan racional de producción de todas las fuerzas productivas de tal o cual rama de todo el país, para incorporar a millones de desocupados y coordinar entre diferentes ramas la producción. Frente a esta terrible catástrofe social, sólo aunando las fuerzas del conjunto de la clase trabajadora y los explotados, podremos movilizar a todos esos millones de brazos; podremos reconstruir lo que estos carroñeros están destruyendo; sólo así podremos comenzar a recuperar condiciones de vida dignas.
Los trotskistas no ocultamos que la lucha por el control obrero está férreamente ligada con la lucha revolucionaria por el poder. Educamos a los trabajadores en la verdad de la historia de las luchas de nuestra clase en todo el mundo. Sostenemos que decirles a los trabajadores “ya está, el trabajo terminó” cuando una fábrica es reabierta por los obreros y puesta a funcionar, es mentir sobre las duras tareas históricas que tenemos en nuestras manos. Sostenemos junto a la Tercera Internacional que “la tarea del Partido Comunista consiste, por el contrario, en aprovechar la desorganización económica para organizar a los obreros y mostrarles la necesidad de combatir por la dictadura del proletariado, al mismo tiempo que se amplía la idea de la lucha por el control obrero”. Combatir de esta manera las ilusiones de los trabajadores, vale mil veces más que alguna fábrica produciendo bajo control de los trabajadores.
La burguesía es consciente que la propiedad privada de los medios de producción no se discute, y tarde o temprano intentará retomar con una mano, lo que se vio obligada a ceder con la otra. Organizar comités de autodefensa, guardias obreras, es de vida o muerte en este combate. No sólo para defender las instalaciones, como contra los rompehuelgas, sino contra el boicot de otras empresas o de los proveedores de insumos.
Por delante nuestro está dispuesto el campo de batalla. Para avanzar medio paso seguro, tendremos que derrotar a los colaboracionistas en nuestras filas. ¡Abajo la podrida burocracia sindical, sostenedora de esos inmundos “acuerdos de soluciones a la crisis por fábrica”! ¡Basta de divisiones en las filas obreras, para que negociemos aislados y donde los obreros ponen todo a cambio de nada y los burgueses salvan sus negocios! ¡Por un Congreso Nacional Obrero y popular que unifique y centralice todos los combates de la clase obrera! ¡Para enfrentar la catástrofe capitalista, echar al imperialismo, derrotar al régimen infame y terminar lo que empezamos el 20 de diciembre!