Marzo 2018
Comienza la guerra comercial entre las potencias imperialistas
y se preanuncian nuevas convulsiones sociales, económicas y militares.
EL SISTEMA CAPITALISTA MERECE MORIR
El anuncio de Trump sobre los aranceles a la importación de acero y aluminio en Estados Unidos sacudió la política y la economía mundial. Ha comenzado de forma abierta una guerra comercial entre las potencias imperialistas vencedoras del crac de 2008, particularmente entre Estados Unidos y Alemania.
Pero, contra lo que dice la prensa imperialista y la izquierda mundial, este aumento de los aranceles no es una medida aislacionista del imperialismo norteamericano. Los bancos y monopolios de Wall Street explotan el mercado mundial. Ya desde la segunda posguerra mundial, sus fuerzas productivas rebasaron las fronteras nacionales. Las transnacionales yanquis son el 50% de las transnacionales del mundo. Estas fuerzas productivas jamás podrán volver a encerrarse en su mercado nacional. El verdadero “mercado interno” del imperialismo yanqui es el mundo.
Plantear que Trump es aislacionista, como sostiene el PTS, por ejemplo, es pretender retroceder el tiempo a la primera mitad del siglo XX, y que los grandes trusts y bancos norteamericanos reduzcan su producción y el volumen de sus capitales a las proporciones del mercado nacional norteamericano. Es una brutalidad antimarxista.
Trump decidió reservarle el enorme mercado norteamericano a sus monopolios. Pero lejos de todo aislacionismo, el arancel a la importación de acero es una defensa de los intereses de los bancos y trust de bandera norteamericanos en un mercado mundial que se ha achicado, para obligar a la competencia a postrarse y mantener el predominio del capital financiero yanqui.
El plan Trump no es el “capricho de un loquito”. Negocia país por país para forzar a sus competidores a abrir sus mercados: “America first” significa “si quieren seguir vendiendo en mi mercado, paguen o abran los suyos”. Así disputa los mercados y zonas de influencia el imperialismo yanqui. Su reserva última son la flota de guerra y las 800 bases militares en todo el mundo. Solo la clase obrera norteamericana le impide realizar nuevas aventuras militares, tras el “síndrome Vietnam” en Irak.
Sin embargo en medio de estas disputas, los bandidos imperialistas tienen un gran acuerdo: imponerle la esclavitud laboral al proletariado. La reproducción ficticia del capital que ha caracterizado el reciente ciclo de crecimiento de 2015-2017 no puede continuar por tiempo indefinido. El capital debe volver al proceso productivo y para eso necesita condiciones de esclavitud obrera como en el siglo XIX. Por esto los verdaderos amos del mundo, las 8 familias dueñas de los superbancos Bank of America, JP Morgan, Rothschild, Lazard, Mitsubishi, que controlan el G20, el FMI, Davos y los grandes cartels del petróleo, los minerales y el alimento, etc. alistaron a sus gobiernos y sus agentes en el movimiento obrero y le declararon la guerra a la clase obrera.
Tienen a favor las victorias sobre la revolución en Siria y Ucrania, dos durísimos golpes a la clase obrera mundial. La guerra comercial viene de la mano de la división del proletariado y el surgimiento del socialchovinismo, promovido por la burguesía imperialista y las direcciones traidoras. Por eso Trump, hace demagogia prometiéndole la vuelta del “sueño americano” a la aristocracia obrera norteamericana que Obama se encargó de hundir.
Pero la clase obrera, a pesar de sus direcciones, presenta batalla en Francia, en Irán, en Argentina, en las últimas trincheras de la revolución siria, con el paro internacional de la mujer trabajadora del 8M, en el mismo Estados Unidos.
Se avecinan enormes convulsiones sociales, económicas e inclusive militares. Siria comienza a golpear las puertas de los explotados del mundo. En medio de la barbarie capitalista, del comienzo de la guerra comercial, del aumento de los presupuestos militares, del bonapartismo y el fascismo, etc. los partidos de la Nueva Izquierda de stalinistas, de “anticapitalistas” renegados del trotskismo como el SWP inglés y el NPA, esparcen el veneno de la “democracia real”, de la “democratización” del capitalismo.
Son socialchovinistas, sirvientes de su burguesía imperialista y defensores de la explotación de millones de esclavos coloniales y semicoloniales. La defensa de la “democracia” es un cínico engaño de estos reformistas de manos vacías. El sistema capitalista no va más. Como plantea el marxismo revolucionario, por delante la clase obrera solo tiene dos alternativas: revolución o barbarie. La última palabra no está dicha. ¡Muera el imperialismo! ¡Paso a la revolución socialista!