Ya son decenas de miles los muertos en el mundo a causa del Coronavirus. En Italia, España y en EE.UU. los infectados y las víctimas fatales aumentan sin piedad día a día. En Argentina, país donde hace 15 días se ha dictado una cuarentena “obligatoria” y donde recién empieza el frío otoñal, los contagiados por el virus superan los mil y una treintena de personas ya ha fallecido.
Esta enfermedad que ataca el aparato respiratorio hizo entrar en pánico a la amplia mayoría de la población en Argentina y el mundo. Y puso al desnudo, una vez más, la putrefacción del sistema capitalista imperialista mundial, demostrando a una escala superior el hundimiento de los sistemas públicos de salud y el cinismo criminal de la burguesía para quienes la vida de los explotados no vale nada.
¿Es el virus tan potente? Algunos científicos aseguran que no, si se lo mide con otras enfermedades respiratorias, pero que sí es más peligroso. Porque la diferencia con las gripes ya conocidas como la A o influezas, e inclusive con la neumonía, que también provocan la muerte de miles de personas en el mundo todos los años, es la capacidad exponencial de contagio, cuando todavía la enfermedad es asintomática. A su vez, la misma no cuenta con vacuna ni tratamiento probado a gran escala que -en este momento- pueda enfrentarla con éxito. Esto ha provocado la expansión del virus a rápida velocidad en todo el planeta y el colapso de todos los sistemas de salud, inclusive el de países imperialistas como España e Italia. Allí los médicos denunciaron que se ven en la obligación de decidir quién vive y quién muere por el hecho de tener que determinar a quienes de los infectados les dan los pocos respiradores que tienen a su alcance.
Es que es total la desinversión en infraestructura hospitalaria, en la formación de médicos especialistas (neumonólogos, por ejemplo), en investigación científica, en medidas preventivas. Son varios los motivos, pero dos los centrales. Por un lado, la imposición de la política de la burguesía ante el crack de la economía mundial capitalista del año 2008 (cuyos infartos continúan hasta hoy), que vació las arcas de los estados para socorrer a los bancos quebrados. El costo de este salvataje al capital financiero internacional lo pagaron, lo pagan y lo seguirán pagando las masas. No tener hospitales en los cuales atenderse, salas de terapia intensiva y servicio médico preparado en todas las ciudades y pueblos, respiradores artificiales, vacunas, insumos, es una clara demostración de lo que esto significa.
Otra de las causas centrales de la ruina de la salud pública está en el creciente negocio de la salud privada, que se ha convertido en una mina de oro para los capitalistas, y que ha transformado en un beneficio al que solo capas privilegiadas de la población pueden acceder. Los precios de tratamientos, cirugías, prótesis, etcétera, son desorbitantes. Los traidores de la burocracia sindical, son socios menores de los empresarios. Ponen las obras sociales de los sindicatos (de pésimas prestaciones) al servicio de la derivación de aportes de sus afiliados para la contratación de servicios de medicina privada. Las ganancias del rubro, de este verdadero negocio que juega con la vida y la muerte de la gente, son siderales.
“¿Esto no existía antes?”, preguntan los escépticos con ínfulas de “polemistas”. Sí, pero la pandemia del Coronavirus con su peligrosidad mortal, potencian la evidencia y ponen a la luz del día ante los ojos de millones de explotados que, para poder vivir, tener una vacuna, un respirador y una cama en un hospital si se cae enfermo, el capitalismo debe morir.
En Argentina el gobierno de Fernández dictó la “cuarentena” (de la que muchos sectores del proletariado industrial y de los trabajadores precarizados quedan por fuera) como una acción preventiva porque sabe que, si la cantidad de infectados alcanza los niveles de las potencias imperialistas, aquí la cantidad de muertes sería tres veces superior. Por las condiciones de vida de la población, donde se cuentan de a millones los explotados sin siquiera agua corriente en sus hogares ni acceso a los artículos básicos de higiene. Y principalmente, porque la cantidad de camas en los hospitales, respiradores artificiales, medicamentos e inclusive profesionales de la salud, que ya son insuficientes para atender a los enfermos en situaciones “normales” (por decirlo de alguna manera), no alcanzarían para atender ni al 1% de las personas que la pandemia del Coronavirus puede infectar.
Es por eso que la clase obrera no debe permitir ser engañada. Tantos los burgueses que posan de “progresistas”, “nacionalistas y populares”, como los llamados “neo liberales” que responden directamente a capitales foráneos, son responsables del miserable estado en que se encuentra la salud pública. La autotitulada “pagadora serial”, Cristina Kirchner, en sus años de “presidenta” destinó 145.000 millones de dólares para cubrir el pago de la deuda externa y cumplir con los banqueros imperialistas. Lo hacía en el momento en que los grandes bancos imperialistas más necesitaban la llegada de dinero fresco para salir de la quiebra. Esto fue en detrimento, entre otras cosas, del presupuesto necesario para que todos los explotados tengan una salud pública digna y de altísima calidad.
Los K quieren esconder su ropa sucia y sus manos manchadas de sangre, endilgándole a Macri la responsabilidad del estado actual de la salud pública, porque aquel gobierno gorila liquidó el Ministerio de Salud. Pero todos los gobiernos burgueses son responsables. No se trata de un mandato, si no de décadas de permitir el saqueo de la nación por parte de la rapiña imperialista. Décadas tras décadas, gobierno tras gobierno, las riquezas de la nación generadas por la clase obrera y brindadas por los recursos naturales, fueron puestas al servicio de los grandes pulpos imperialistas, al pago de las fraudulentas deudas externas, de la fuga de capitales, del bandidaje financiero, mientras los trabajadores dejaron su vida y sueños para alimentar obligadamente a la insaciable burguesía.
Lamentablemente, en esta crisis, las corrientes de izquierda en Argentina no están llamando a que la clase obrera imponga su programa atacando las ganancias y propiedades privadas de los capitalistas y enfrentando al régimen, gobierno y estado patronal que las defiende. Ni enfrentando la política traidora de la burocracia sindical y piquetera, que mantiene un Pacto Social con el gobierno de Fernández y el empresariado argentino y extranjero para profundizar la esclavitud salarial y que la crisis la paguemos los trabajadores.
La clase obrera tiene que saber que hay plata de sobra para hacer una “cuarentena” generalizada y con salarios garantizados sin prestación laboral de $80.000 por mes. Hay plata y recursos de sobra para enfrentar la crisis sanitaria, económica y social. Hay plata de sobra para garantizar préstamos a tasa cero a los pequeños comerciantes y a las clases medias arruinadas del campo y la ciudad. Esa plata está, es la que se llevan las grandes transnacionales y bancos, de quienes los burgueses nativos con sus políticos “progresistas” y/o “neo liberales” son socios menores.
La clase obrera debe luchar por expropiar a los expropiadores. Los burgueses “progresistas” por más que chillen en la TV contra los patrones del acero que dejan en la calle a 4.000 de sus empleados, no lo harán, porque saben que para ello deben movilizar a las masas explotadas, quienes en la dinámica de la lucha atentarán contra los intereses del conjunto de la burguesía, el gobierno de Fernández y el FMI. Es por eso que se vuelve urgente, hoy más que nunca, para el presente y futuro de los trabajadores y explotados, que las organizaciones obreras combativas llamen a romper con toda política de sometimiento de los trabajadores y el pueblo pobre a los intereses de las pandillas capitalistas.
La defensa de la salud y vida de todos los explotados, será obra de los trabajadores mismos.
Corresponsales del periódico Democracia Obrera