JORNADA DE SOLIDARIDAD INTERNACIONAL CON LA SUBLEVACIÓN DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO DE COLOMBIA
Intervención de Carlos Munzer, del Consejo Editorial
de “El Organizador Obrero Internacional”
"Cuando la burguesía ha perdido el control de sus esclavos, las direcciones traidoras buscan impedir que los explotados pongan en pie los organismos de poder de la clase obrera y las masas"
"Esta nueva oleada de revoluciones ha puesto al rojo vivo el combate por recuperar las banderas de la IV Internacional"
En primer lugar quiero saludar a los centenares de camaradas y luchadores obreros y estudiantiles que están siguiendo esta conferencia.
Para nuestra corriente internacional es muy importante que desde dos focos revolucionarios del planeta como son Colombia y Siria se expresen los protagonistas de la revolución. Hemos podido presenciar y escuchar un intercambio de lecciones revolucionarias, de aprendizaje y de elaboración política entre luchadores revolucionarios de la resistencia siria de Idlib con compañeros que hoy están en el frente de batalla más avanzado de los acontecimientos que sacuden Colombia.
El trotskismo florece cuando hay revolución. Nos preparamos para ella. Aprendemos de ella. Y sacamos las lecciones que le permitan al proletariado superar la crisis de dirección, es decir, la sobreacumulación de direcciones traidoras que les impiden alcanzar la victoria.
Lograr hacer una reunión en la que podamos sacar conclusiones y aprender de los procesos vivos de la revolución y la contrarrevolución es clave para una corriente que se precie de revolucionaria y que crea firmemente que, si no triunfa la revolución, si no se desarrolla nuevamente una cadena de revoluciones socialistas en el planeta, lo que le espera a la clase obrera es la guerra y el fascismo, las penurias inauditas, las catástrofes y las masacres como en Siria.
Si los revolucionarios no comenzamos a discutir sobre la revolución, ¿quién va a hacerlo? Las masas no entran a los procesos revolucionarios, ni protagonizan grandes acciones revolucionarias con una comprensión histórica y estratégica de lo que hacen. El proletariado, por ser una clase explotada y oprimida, no puede entrar a un proceso revolucionario con conciencia de clase previa a la toma del poder. Como decimos los marxistas, la clase obrera no entra con un libro bajo el brazo al proceso revolucionario, sino que lo que la empuja a la lucha son sus padecimientos inauditos. Estas condiciones llevan a las masas a arremeter contra la ciudadela del poder burgués, a derribar gobiernos y regímenes, a abrir verdaderas crisis revolucionarias e inclusive a armarse. Pero para conquistar la victoria y terminar de destruir el estado burgués e imponer su poder, sostenerlo y extenderlo a nivel internacional, la clase obrera necesita una dirección revolucionaria.
Las masas ingresan a los procesos revolucionarios cuando logran romper todos los diques de contención que les imponen sus direcciones reformistas tradicionales, el régimen y el estado; cuando conquistan verdaderas acciones independientes, que es el momento en que los oprimidos rompen los grilletes de las cadenas de control de los opresores y sus instituciones.
Las direcciones traidoras conspiran para deshacer toda ofensiva de masas, para desorganizar su lucha, para entregarla o desviarla, mientras el fascismo y la contrarrevolución aplastan a lo más avanzado de la vanguardia.
La tarea de los esclavistas es retomar el control de sus esclavos a través de sus instituciones de dominio. Para eso también paga y financia a las burocracias sindicales, a las aristocracias obreras y a sus partidos, que dan una batalla decisiva para volver a someter a la clase obrera a las distintas pandillas burguesas. De esto se tratan los frentes de colaboración de clases: de sacar a las masas de las calles y llevarlas a los desvíos parlamentarios. Chile es un ejemplo reciente y presente de eso. También lo son las revoluciones del Magreb y Medio Oriente, donde las Asambleas Constituyentes o elecciones parlamentarias no fueron más que un desvío para que se imponga el fascismo y la vuelta de regímenes contrarrevolucionarios. Esos son los crudos hechos.
En los procesos revolucionarios como el que hoy conmueve a Colombia, donde se está abriendo una situación revolucionaria y se despliega una enorme ofensiva de masas, también salta a las claras que estas acciones independientes se desarrollan cuando los de arriba ya no pueden seguir dominando a los de abajo como hasta ahora. Los explotadores tuvieron que avanzar en un ataque brutal contra las masas colombianas para pagar esa fraudulenta deuda externa de 150 mil millones de dólares que tiene Colombia. Tuvieron que financiar los negocios y el robo de los banqueros y las transnacionales como Chiquita Brands en una de las naciones más oprimidas del subcontinente latinoamericano, devenida en una verdadera colonia yanqui dominada por 9 bases militares.
Le tiraron toda la crisis económica y sanitaria a los explotados. Como dice Lenin, en una situación revolucionaria, “las clases altas no pueden vivir a la vieja usanza” en momentos en que el sufrimiento y las necesidades de las clases oprimidas se han vuelto más agudos que lo habitual. Este es un momento como el que vemos que ha estallado en Colombia, donde las masas que se dejan robar sin quejarse en los “tiempos de paz”, en estos momentos turbulentos se sienten empujadas a embestir contra las instituciones de dominio y de poder de sus verdugos.
Ninguna organización ni partido llamó a saltar los molinetes ni a tomarse la Plaza de la Dignidad en Chile en octubre de 2019. Ningún partido llamó a incendiar Minneapolis, Portland y más de 50 ciudades en EEUU el año pasado. Ninguna institución sublevó a las masas de Medio Oriente en dos oleadas revolucionarias. En estos procesos revolucionarios que se desarrollaron, fue el agravamiento de las condiciones objetivas y las grandes acciones de masas los que definieron la apertura de estas situaciones que los marxistas consideramos objetivamente revolucionarias.
Ante la apertura de estas situaciones revolucionarias, las direcciones reformistas y traidoras se organizan bajo el mando de la burguesía para estrangular estos procesos revolucionarios, como ya dijimos, mientras que los marxistas preparamos a la clase obrera y sus organizaciones para avanzar decididamente a crear las condiciones para la toma del poder.
Esto plantea un problema grave para el proletariado y los revolucionarios. Ellos deben ser conscientes de que la burguesía no solo es una clase que actúa en el proceso productivo y controla todos los mecanismos del estado para explotar a la clase que oprime. Al decir de Trotsky, la burguesía también es una fuerza social que defiende a muerte sus intereses y sus negocios. Eso se ve reafirmado hoy en Colombia, cuando llega la noticia de los ataques fascistas al corazón de la vanguardia obrera y de lo más aguerrido y combativo de la juventud. La burguesía es una fuerza social que utiliza todas las instituciones y agentes que tiene a mano para dominar, esclavizar y controlar a las masas, y para aplastarlas y derrotarlas cuando estas se sublevan en levantamientos revolucionarios.
El carácter internacional de la revolución colombiana que ha empezado
En Colombia, en definitiva, se ha abierto un fenomenal estallido de masas de carácter independiente. La jornada del 28 de abril, que para la burocracia stalinista de los sindicatos era un día de paro para controlar el odio de los de abajo, fue tomada por los trabajadores y explotados en lo que hasta hoy es un enorme levantamiento pre-insurreccional de masas ante el brutal ataque de Duque de impuestazos al pueblo y privatización de la salud.
Contra lo que afirma toda la izquierda parlamentarista y reformista del continente americano, el gobierno de Duque, asentado en el régimen uribista de las bases militares yanquis, es un gobierno abiertamente bonapartista, apoyado en el Comando Sur (SOUTHCOM) de Estados Unidos y en fuerzas paramilitares y bandas fascistas con las cuales se disciplina y se mantiene a raya a la vanguardia obrera y campesina de ese país.
Este régimen ha sido fortalecido y maquillado como “progresivo” y “pacifista” por un pacto contrarrevolucionario infame entre el imperialismo, el gobierno de Duque-Uribe y la canalla stalinista. En 2008, el abrazo de Chávez y Uribe en el UNASUR para compartir el negocio del petróleo con el precio del barril a 130 dólares, tuvo de trasfondo al gobierno de este último asesinando a toda la dirección de la guerrilla de las FARC en Ecuador. Más allá de tal o cual queja de la “burguesía bolivariana”, todo terminó en un gran abrazo.
Esto se extendió a un pacto siniestro en La Habana, desde donde el castrismo entregó desarmada a las FARC al gobierno y al régimen asesino de las bases yanquis en un “acuerdo de paz”, cerrando un ciclo histórico de guerra civil campesina. Este fue el llamado “pacto de la reconciliación”. Como agradecimiento a esto, el imperialismo le dio buenas condiciones de negocios a la nueva burguesía castrista.
Mientras tanto, las cárceles de Colombia se llenaron de presos políticos y no hubo día en que los grupos paramilitares y fascistas no asesinaran a ex dirigentes de las FARC o influenciados por ellos políticamente en las ciudades y en el campo. Ni hablar de los luchadores sindicales. Todos fueron entregados abiertamente por la dirección pequeñoburguesa guerrillera y por el castrismo. Una traición alevosa, como ya habían hecho en El Salvador y en Nicaragua en los ‘80. Esta entrega llega hasta nuestros días. Las alas y fracciones que se niegan a desarmarse son y han sido asesinadas y entregadas por el propio stalinismo. Stalin lo hizo a la salida de la Segunda Guerra Mundial con los partisanos que se negaban a entregar las armas en la Europa devastada de la postguerra. El castrismo lo hizo en los ‘80 en Centroamérica. Y también lo hicieron y lo hacen en Colombia.
Este gobierno semi-fascista de Duque y este régimen uribista de las bases yanquis, cubierto con un manto de “reconciliación” y “bondad”, es el que se creyó firme y atacó violentamente a las masas. Un mal cálculo. Un nuevo movimiento obrero urbano venía de sobrepasar en el año 2019 a la dirección stalinista de los sindicatos en duros combates por sus reivindicaciones. Amplios sectores del movimiento campesino, sin control del aparato guerrillero de las FARC, entraron a la lucha. Un aguerrido movimiento estudiantil tomó en sus manos la causa de la educación y la salud gratuitas.
El látigo del capital fue uniendo a todos los sectores explotados que estallaron el 28 de abril y que aterrorizaron al gobierno, al régimen y a las direcciones traidoras que rápidamente, el 30 de abril, llamaron a levantar la lucha. Duque enseguida retiró la “reforma tributaria”… pero ya era tarde. El levantamiento de masas ya había comenzado.
Desde el punto de vista internacional, la revolución colombiana que está en sus inicios tiene una importancia decisiva en América Latina, que toda la izquierda reformista del continente intenta ocultar. Es que esta revolución ataca al dispositivo contrarrevolucionario más importante, junto a la base militar de Honduras, que tiene Estados Unidos para Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, y a un pacto infame del imperialismo yanqui con el castrismo y todas las burocracias stalinistas de los sindicatos y organizaciones obreras del continente.
El gobierno de Colombia, los paramilitares, el ejército, sus jueces y el Parlamento son títeres directos de la embajada norteamericana y de los centuriones yanquis de las bases militares.
Un avance y una victoria de la revolución colombiana sería un golpe durísimo a uno de los dispositivos contrarrevolucionarios clave del imperialismo para América Latina, al nivel de las bases militares de Honduras o del ejército pinochetista chileno, apéndice directo de West Point.
Esas bases militares instaladas en Colombia tienen un Comandante en Jefe que está en EEUU y se llama Joe Biden, el nuevo amigo de toda la izquierda reformista del planeta. Tenemos que saber que en el mundo hay cinco comandos militares con los cuales Estados Unidos intenta controlar los cinco continentes. Uno, el AFRICOM, está para controlar toda el África negra bajo las condiciones de saqueo que impone el imperialismo. En Okinawa, Japón, está la base militar norteamericana más poderosa del planeta, desde donde se controla el Pacífico y Asia. Desde la OTAN, en el centro de Alemania, está el EUCOM para Europa. Para la zona petrolera de Irak, Irán y Turquía está el Comando Central (CENTCOM). Y, como ya dijimos, en América Latina está el SOUTHCOM, dirigido directamente por el Pentágono.
Colombia es un “portaaviones” del imperialismo norteamericano. No hay revolución más internacional, más antiimperialista y más “latinoamericana” que la revolución colombiana.
Si derrotamos al dispositivo contrarrevolucionario más grande del imperialismo, se le facilitaría enormemente a las masas latinoamericanas el enfrentamiento contra este y su saqueo de las naciones oprimidas y quedaría terriblemente debilitado el dominio de Estados Unidos, inclusive a su interior.
Esta es una tarea que los obreros y explotados colombianos no podrán llevar a la victoria si no son parte de una lucha generalizada de los trabajadores y campesinos pobres de Centro y Sud América, junto a la clase obrera norteamericana.
Esto es lo que ya plantea la enorme sublevación pre-insurreccional que está en curso. Millones de refugiados colombianos han salido del país en exilios políticos por persecución y muerte y también por el hambre y la miseria. Ellos constituyen una parte importante del movimiento hispano en EEUU, el Estado Español y varios países de Europa, tomados como obreros de segunda y súper-explotados en las metrópolis. Ellos también han entrado al combate. No hay capital importante del mundo en las potencias imperialistas y en América Latina, como en el Cono Sur, donde no haya habido enormes acciones de vanguardia de los migrantes colombianos en apoyo a su revolución.
Colombia: una semi-insurrección de masas que rompe con el control de las viejas direcciones reformistas y del estado burgués
Como vimos, fueron las masas las que impusieron el paro indefinido a nivel nacional y las que comenzaron a cortar todos los accesos a todas las ciudades de Colombia. Día a día se desarrollan los choques con las fuerzas contrarrevolucionarias del ESMAD, los paramilitares y las bandas protofascistas.
Las asambleas populares, los bloqueos con sus comités de resistencia, la puesta en pie de los piquetes de la primera línea como sucedió en Chile, ya recorren todo el país. Las masas han puesto en pie los embriones de organismos de su propio poder que les permitan tomar la resolución de la crisis en sus manos.
Las direcciones de los sindicatos debieron “rechazar” el acuerdo que le proponía el gobierno al retirar la “reforma tributaria” y “de la salud”, pero ya han perdido el control de la clase obrera y las masas.
Aquí y allá los obreros, en distintos días, realizan paros por localidad, ciudad o por gremio y a la salida de los trabajos van al punto de bloqueo de su barrio.
Políticos charlatanes de la burguesía y viejos entregadores como Petro y su partido burgués “Colombia Humana”, (que en las últimas elecciones sacara el 40% de los votos apoyado, entre otros, por el PST de la LIT-CI), se quejaba amargamente porque el 2 de mayo no se levantó la lucha y se festejó porque “el gobierno había retirado la reforma tributaria”. ¿De quién se ríe este señor que no es más que un burgués pintado de “izquierdista”? No hay nada para festejar. Los de abajo no salieron a las calles y dejaron su vida, su sangre, sus muertos y sus presos para seguir viviendo como hasta ahora. Esta vez, los explotados van por todo. El señor Petro está rabioso: sus mecanismos de engaño no terminan de sacar a las masas de las calles.
Es que los millones de explotados que entran al combate en Colombia ya han comprendido que no podrán conseguir ninguna de sus demandas si no tiran abajo al gobierno. De la lucha económica, la clase obrera y las masas se elevaron a la lucha política. Al decir de Lenin, ya no están en la “escuela de la guerra” de la lucha económica, sino en la guerra misma. La lucha política subsume y concentra todas las demandas de los explotados para conseguir una vida mejor.
Hace tres años empezó un proceso de ascenso obrero y campesino en Colombia y de enormes luchas de presión. Hubo paros agrarios, paros generales de 24 horas, mil intentos de la vanguardia de sacarse de encima a los burócratas stalinistas traidores de los sindicatos. Pero las masas no consiguieron nada. Luego vino la catástrofe que el gobierno y el régimen arrojaron sobre los trabajadores y oprimidos con la pandemia del Covid. Y encima de ello, Duque dio una vuelta de tuerca en su ofensiva con los tarifazos e impuestazos. Lejos de ceder, redobló su ataque.
La respuesta de masas no se hizo esperar. Las masas reconocieron a su enemigo: el gobierno.
Lo que ha comenzado -que es lo que ningún reformista puede entender, porque solo ven a la clase obrera como sujeto de luchas sindicales- es una fenomenal lucha de masas que amenaza a la ciudadela del poder y que no quiere detenerse. Es que las masas saben que si se detienen y no tiran al gobierno, no conseguirán nada.
El gobierno se aferra para que las masas no lo tiren, pues si cae Duque arrastraría con él a todas las instituciones bonapartistas y los pactos contrarrevolucionarios que lo sostienen. Y las masas, con la demanda de pan y para poder vivir, están atadas a tirar al gobierno. Una lucha decisiva ha comenzado y ya lleva hoy, 9 de mayo, 12 días.
La burguesía, una vez perdido el control de las masas, no se quedará de brazos cruzados. Todas las direcciones obreras reformistas, todas las variantes del stalinismo colombiano, todos los partidos burgueses liberales “opositores” o “izquierdistas” de palabra como Petro, se han volcado a intentar volver a controlar a las masas. Han ingresado con sus alcaldes y concejales de ciudades y departamentos a las asambleas populares de los oprimidos para darles un contenido pacifista desde adentro.
Todos los miembros de los organismos de DDHH, que son instituciones paraestatales, se han volcado a las primeras líneas para que no se armen, para impedir los choques decisivos con la policía y que esta no sea desarmada. Mientras, las burocracias sindicales comenzaron a levantar el paro general de los sectores productivos.
Estamos ante una verdadera conspiración y concentración de fuerzas reaccionarias para desmovilizar a las masas y desorganizar su vanguardia, para que luego la aplaste el ESMAD y las bandas parapoliciales y fascistas.
Un plan contrarrevolucionario ya está en curso. Esta enorme acción de masas tiene un límite que es su espontaneidad, su falta de dirección, que les impide ver a los explotados esta enorme conspiración que se ha organizado para deshacer lo que conquistaron en las calles.
En estos momentos en que han perdido el control de las masas, el objetivo de la burguesía y las direcciones traidoras es que no se pongan en pie los organismos de autodeterminación y de poder de la clase obrera, de los millones de desocupados y hambrientos, de la juventud rebelde, de los campesinos pobres, organizados, centralizados y armados por ciudad, departamento y a nivel nacional. De surgir ese organismo, las masas rápidamente tomarían la crisis en sus manos. Estaría a la orden del día ganar la base de soldados rasos del ejército. Se generalizarían la quema de comisarías. Significaría un paso hacia adelante en ayudar a las masas a superar el pacifismo proveniente del “pacto de reconciliación” del castrismo con el régimen uribista. Surgiría un estado dentro de otro estado; un doble poder que pondría a la orden del día la victoria de una insurrección, es decir, de la revolución.
Todos los agentes del estado burgués, ya sean fascistas, bonapartistas, izquierdistas o stalinistas, han centrado sus fuerzas para que este doble poder no se ponga de pie y mucho menos que se arme y se centralice a nivel nacional, derrocando y derrotando a la burocracia del Comité Nacional del Paro, que por ahora pasa desapercibida pero es la que está encabezando las negociaciones con el gobierno y sacando a la clase obrera del paro indefinido para resguardar la propiedad de los capitalistas en esta ofensiva revolucionaria.
Impedir el surgimiento de un organismo de doble poder centralizado a nivel nacional también es el objetivo de todos los que ya comienzan a plantear que hay que ir a una salida “a la chilena”. Todos los renegados del trotskismo de América Latina han empezado a pregonar que la salida es una Asamblea Constituyente que deje intacto el régimen uribista y sacar a las masas de las calles, como ha sucedido en Chile.
La LIT-CI y su grupo PST llegan muy lejos al plantear que las masas se podrán “politizar” y “educar” con una Asamblea Constituyente. Esta gente no tiene regreso al movimiento revolucionario. Quieren que las masas retrocedan a una conciencia parlamentarista, cuando en su combate ya se han educado lo suficiente, comprendiendo que a los gobiernos burgueses se los derroca con la lucha revolucionaria en las calles. Los trabajadores y explotados se “politizan” y se organizan para la revolución en los sindicatos, en los soviets, en los piquetes, en las primeras líneas. Ni Kautsky se hubiera animado a plantear semejante brutalidad antimarxista, de que la clase obrera puede “politizarse” y “educarse” en los parlamentos burgueses, que son el mecanismo por excelencia del engaño y la mentira.
¡Qué atrasada ha quedado la conciencia de los “socialistas” en relación a lo que ya han conquistado las masas en su ascenso revolucionario! La verdad es que estas corrientes necesitan educarse en la guerra civil, donde indudablemente no se sienten cómodas ni satisfechas.
Pero a pesar de tantas direcciones colgadas a los faldones de la burguesía, en la fase actual del proceso revolucionario colombiano se despliega, como una enorme fuerza, la espontaneidad revolucionaria de los explotados que superan los diques de contención del estado y los reformistas. Eso le da tiempo a las masas y al movimiento revolucionario para reagrupar sus fuerzas, poner en pie el doble poder y superar los obstáculos que a cada paso montan las direcciones traidoras.
También se expresan los límites de esa espontaneidad por la falta de una dirección revolucionaria que esté a la altura del combate que están dando las masas. Esa es la crisis actual. Las masas ponen todo. Los traidores de la IV Internacional tienen mucho que explicar en Colombia. Allí, desde mediados de los ‘70, dos o tres generaciones lucharon por poner en pie un partido revolucionario bajo las banderas del trotskismo. La inexistencia de este partido revolucionario se debe, ni más ni menos, a la adaptación de las viejas corrientes del mandelismo y el morenismo al stalinismo en sus variantes sindicales, neo-castristas, etc. Esto produjo estallidos recurrentes y la dispersión de las fuerzas que hablan en nombre del trotskismo en pequeños grupos como los que hoy existen en Colombia. Que no haya partidos con relativo peso en la vanguardia, como sí tienen los grupos del FIT-U en Argentina o el PSTU y el PSOL en Brasil, es debido a que hace rato la crisis del parlamentarismo ha estallado en Colombia. Las fuerzas de los renegados del trotskismo no son aptas para atravesar y fortalecerse bajo condiciones de clandestinidad y de feroz represión del estado burgués o condiciones de revolución. No son aptos para moverse en esas condiciones que son las que se están profundizando y se profundizarán tanto en Colombia como a nivel latinoamericano e internacional. Como plantea Trotsky, la crisis del parlamentarismo lleva aparejada, como alma al cuerpo, la crisis del reformismo.
En la espontaneidad, al decir de Lenin, está lo embrionario de lo consciente. Las masas han superado la brutal crisis que le impone la burocracia stalinista al movimiento obrero. Los sindicatos no representan ni a un 10% de la clase obrera.
Sobrepasando a estas direcciones, los explotados han logrado poner en pie organismos aptos para la lucha que unen a todas las masas que entraron al combate más allá de sus profesiones. Estos organismos agrupan a todos los sectores de la clase obrera y los explotados, a la juventud obrera y estudiantil, a los desocupados, a las negritudes, a los campesinos pobres. Estos organismos son las asambleas populares, los comités de bloqueo, los comités de coordinación de empresa, los comités de seguridad y autodefensa de las primeras líneas. Estos son los organismos reales que en su “espontaneidad” han conquistado las masas, que son superiores a todas las organizaciones que están bajo el control de los guardiacárceles de los stalinistas y reformistas en el movimiento de masas, que no representan a nadie.
Que estos organismos se centralicen, se armen, se coordinen y manden a los trastos viejos de la historia a los traidores del Comité Nacional del Paro, son tareas que necesitan imperiosamente de un reagrupamiento revolucionario de los obreros y la juventud rebelde que de forma consciente actúe en los acontecimientos, distinguiendo quiénes son los aliados y quiénes son los enemigos del levantamiento revolucionario que ha comenzado.
La respuesta contrarrevolucionaria de la burguesía y el régimen no se hace esperar
Los explotadores perciben claramente el carácter de la sublevación de masas y que la misma les pone en cuestión su poder y su dominio. Como dijimos, alistaron a todas las direcciones traidoras, a Colombia Humana y a toda la burguesía que posa de “opositora” para que sostengan a Duque y que no caiga.
La burguesía comprende que ha comenzado un proceso revolucionario y que con “cantos de sirena” no basta para sostener su régimen de dominio. Por ello los explotadores han largado su grito de guerra de llamar a romper todos los bloqueos que imponen la primera línea y los comités de resistencia en todo el país, impidiendo la circulación y el comercio de mercancías, mientras la producción se mantiene paralizada en varios sectores. Es que la burguesía percibe correctamente que está frente a una lucha política de masas que han desbordado a las direcciones que las controlan y que embrionariamente han puesto en pie organismos de doble poder, inclusive territoriales.
Así, los de arriba han mandado a esa fuerza semi-fascista que es el ESMAD y a bandas parapoliciales y paramilitares que antes, durante y después de las manifestaciones salen a matar a la vanguardia y al activismo en los barrios obreros.
La burguesía se ve obligada a desarrollar todo su instinto de conservación ante la embestida revolucionaria porque sabe que debe atacar violentamente a las masas para seguir manteniendo sus negocios, sus ganancias y su poder. Los capitalistas no llegan al fascismo por gusto, sino por necesidad. El brutal ataque de Duque a las masas con su “reforma tributaria” y “de la salud”, expresa que la misma burguesía ya no podía seguir dominando como hasta ahora. La burguesía no puede conservar la propiedad privada de los medios de producción, si no es dirigiendo la ofensiva contra los obreros, reforzando la opresión, sembrando a su alrededor la miseria y la desesperación. Lo hicieron en EEUU, en Europa, en Medio Oriente, en América Latina. La crisis y el crac actual aceleran este proceso. Pero, al mismo tiempo, los capitalistas temen la inevitable respuesta de los obreros. Citan a las clases medias contra el proletariado, al que lo acusan de hacer más larga y profunda la crisis. Y financian a las bandas fascistas y a las fuerzas represivas de todo tipo para aplastar a los obreros. Aquí y allá alistan los sables de los generales, mientras, como ya dijimos, actúan los frentes de colaboración de clases que con “frases dulzonas” intentan adormecer a las masas.
El plan y la doctrina militar del Pentágono para
derrotar los procesos revolucionarios en América Latina
En Colombia se está aplicando el plan de los 11 ejércitos latinoamericanos reunidos por el Pentágono en el año 2019. Allí la burguesía y el imperialismo discutieron una “doctrina de seguridad nacional”. Es decir, una estrategia para contener, desviar y/o aplastar los ascensos revolucionarios de masas. Lo hicieron luego del levantamiento revolucionario de Ecuador, donde incluso se había comenzado a dar vuelta el ejército, con los soldados bajando su fusil ante la embestida de los obreros y campesinos que tomaban Quito.
En aquella reunión realizada el 30 y 31 de octubre de 2019, se definió que la política era sostener, apoyar, rodear y alentar a los “pacíficos” y aislar, derrotar y aplastar a los que ellos llaman “violentos”.
Esto hicieron ante la sublevación revolucionaria abierta en Chile en 2019. El imperialismo y el frente burgués sostuvieron a Piñera y fortalecieron a los “pacíficos” de las burocracias sindicales de la Mesa de Unidad Social y con el llamado a una Convención Constituyente. Más las centrales sindicales se unían por arriba y sacaban al movimiento obrero del combate en las calles y del camino de la Huelga General, y más las fuerzas represivas pudieron atacar y escarmentar a lo mejor de la vanguardia organizada en la primera línea. Las masas de Chile quedaron con 2.500 presos políticos, decenas de asesinados y miles de heridos.
Este plan es el que se está aplicando ahora en Colombia. Como dijimos, la peor traición al levantamiento revolucionario que ha comenzado es que la burocracia sindical, apoyándose en la crisis económica y en la desesperación, intenta que los obreros vuelvan a trabajar a las fábricas y establecimientos. A esto se suma el rol de las direcciones traidoras de impedir que las masas tomen la Plaza de Bolívar en Bogotá, donde los aparatos reformistas son más fuertes, mientras se pelea intensamente en todas las zonas obreras y populares que rodean la capital.
Por ahora, la diferencia de Colombia con Chile es que no terminan de hacer retroceder al movimiento obrero puesto que decenas de sindicatos siguen en paro. Algunos vuelven a trabajar pero cuando esto sucede, otros sectores se pliegan a la lucha porque sus fábricas se paralizan por la falta de insumos, provocada por los bloqueos y los cortes de ruta.
Además, las primeras líneas tienen un enorme peso en las barriadas obreras. Las asambleas populares sostienen y no dejan aislada a su primera línea en Cali, Pereira, Medellín, Buga y en ciudades clave de todo el país.
Hoy todas las corrientes stalinistas y sus nuevos epígonos, los renegados del trotskismo, se han ubicado rodeando a los traidores del Comité Nacional del Paro que son los que están destruyendo el paro desde adentro. Algunas corrientes dicen que hay que apoyar al Comité del Paro y otras que hay que “reformarlo” y “democratizarlo”, “incorporando a otras organizaciones”. En última instancia, esto significa liquidar el ascenso revolucionario que empezó porque el Comité Nacional del Paro es el más grande enemigo del paro indefinido. “¡Ellos no nos representan!”, como se grita en los bloqueos, en las asambleas populares y en los comités de resistencia.
La actual debilidad de la ofensiva de los explotados radica en que no se expulsó, no se derrotó ni se separó de la lucha a esos aliados de Duque, los rompehuelgas del Comité Nacional del Paro, que son la otra punta de la misma soga del ESMAD para estrangular la lucha de masas.
Es de vida o muerte para el proceso insurreccional que comenzó, poner en pie un Comando de Lucha Nacional que centralice y coordine el embate de masas hasta que caiga Duque y que los explotados abran el camino a resolver la crisis, tomándola en sus manos. Esto es crucial para el proceso revolucionario que comenzó.
En los últimos días, la izquierda burguesa, los alcaldes que coquetean como “amigos del pueblo” y el stalinismo se están dedicando a transformar una aguerrida lucha -que está dejando ya decenas y decenas de muertos, de desaparecidos y de presos-, en un acto festivo, tal cual hicieron en Chile. Organizan festivales culturales en las plazas, kermeses, etc., como si el pueblo tuviera algo que festejar cuando sus mejores hijos mueren en el combate contra el gobierno y el régimen o de hambre en sus casas.
La crisis de dirección se agudiza a grados extremos. Todas las organizaciones construidas por las masas en los periodos previos se les vuelven en contra, en momentos en que han iniciado una lucha sin cuartel contra sus enemigos. Las FARC y todos los grupos guerrilleros hace rato han transado y pactado con el gobierno y el régimen infame y los sostienen a rajatabla. Los sindicatos en manos de una feroz burocracia stalinista son el “caballo de Troya” del proceso insurreccional.
Sin embargo, la persistencia del combate y la tenacidad que demuestran las masas continúan por sus padecimientos inauditos y por un odio acumulado durante décadas que ha estallado. Ello da tiempo, con enormes bajas y con graves sufrimientos para las masas por crisis de dirección, para reagrupar las fuerzas de las franjas más radicalizadas de la vanguardia, para coordinar y centralizar las primeras líneas y los comités de resistencia en una verdadera milicia obrera y popular que concentre sus fuerzas para pegarle decenas de escarmientos en lugares claves al ESMAD y a las fuerzas represivas para provocar su dispersión y tomar las armas para el pueblo.
Esta acción independiente de masas, que posee todos los dolores de parto de una revolución que está empezando, tiene por delante atravesar este camino. Si no, retrocederá, plagada de traiciones, de puñaladas por la espalda y en un baño de sangre. Esto no se definirá en un acto. Faltan varios actos más para que esta obra termine. La burguesía está muy lejos aún de desarrollar todo lo que tiene como clase enemiga contra los explotados, pero las masas aún están muy lejos de haber agotado todas sus energías. En un momento así, la clave es la dirección del proletariado y las masas, que desnivele la balanza a favor de los explotados.
Está planteado un nuevo reagrupamiento revolucionario de las filas obreras, que avance a comprender que las tareas del momento son la caída de Duque y el desmantelamiento de este régimen infame, que le permita a la clase obrera y los campesinos pobres recuperar la tierra, expulsar al imperialismo, atacar las superganancias de los banqueros y las transnacionales para que el pueblo coma y viva dignamente, y poner en pie la Colombia obrera y campesina. Este reagrupamiento revolucionario es el que necesita conquistar la clase obrera colombiana.
El combate por estas tareas es un combate al interior de toda la vanguardia de la clase obrera mundial, para definir con claridad las banderas tras las cuales se lucha y se muere.
Por un lado están las banderas del reformismo; las de los traidores que han dicho que “el socialismo ya no es más posible, ni siquiera en Cuba”; las de las canallas burguesías “bolivarianas” que hablaban del “socialismo del siglo XXI” y devinieron en una nueva elite de burgueses millonarios, pactando con el imperialismo a cada paso; las de los renegados del trotskismo que, colgados a los pies del stalinismo, salvan a ese Comité Nacional del Paro que no representa a nadie o intentan denodadamente nuevos desvíos pseudo-parlamentarios como en Chile.
Del otro lado, las fuerzas que combatimos bajo las banderas de la IV Internacional para que se ponga de pie el poder de los obreros y campesinos en Colombia. Esto sería un shock eléctrico en todo el continente americano, que rompería los desvíos y las traiciones de las direcciones obreras y campesinas en Chile y Ecuador, que sublevaría rápidamente a la clase obrera venezolana contra los sinvergüenzas de Maduro y cía. y sus socios castristas que en Cuba y Venezuela aplican iguales planes de miseria que Duque. Ahí está la unificación de las monedas que mata de hambre al pueblo cubano. El pago de una deuda externa infame por parte del chavismo ha dejado a 7 millones de trabajadores fuera de Venezuela buscando pan y un techo para vivir y a millones comiendo en los basurales. Una Colombia obrera y campesina despertaría el apoyo de toda la clase obrera de América Latina y EEUU. Para hacerla realidad, allí deberán volcarse todas las fuerzas y la atención de los revolucionarios.
Revoluciones gemelas…
A esta oleada de revoluciones en América Latina, de embates de masas que aquí y allá son desviados, retroceden o se repliegan momentáneamente, las hemos denominado revoluciones gemelas de los procesos del Magreb y Medio Oriente.
Hablamos de levantamientos revolucionarios donde las burguesías y el imperialismo ya no pueden siquiera seguir explotando a los pueblos oprimidos como lo hacían hasta ahora. Para sobrevivirse, este podrido sistema capitalista debe redoblar su ataque. Para salvar a la City de Londres, a Wall Street, a la Europa imperialista de Maastricht, devalúan las monedas, aumentan los precios de los alimentos y minerales, redoblando el saqueo de las naciones oprimidas.
La vida se vuelve insoportable. Las masas entran al combate. Aquí y allá son aplastadas. Las direcciones reformistas son preparadas para adormecer estos procesos con desvíos, trampas e ilusiones, como vimos con la política de “dos estados” en Palestina -que hoy estalla-, en Sudán con un “gobierno de coalición”, con intentos de desvíos electorales y garrotes y represión como en Irán, Argelia, Túnez y Marruecos, con crueles derrotas como en Siria.
Pero aquí y allá las masas vuelven a ganar las calles. Es que mueren por las balas y los sables de la burguesía o se mueren de hambre. Los explotados luchan por salvar la civilización contra la barbarie capitalista. Sus energías impulsan nuevos levantamientos revolucionarios ante cada ataque superior del sistema capitalista y el imperialismo.
Aunque de forma más lenta aún y desincronizada es la oleada que vivimos en América Latina con Ecuador, Chile Perú y ahora Colombia, en momentos en que todavía está caliente la sangre de George Floyd y la dura batalla que dio la clase obrera norteamericana que demostró que al imperialismo se lo puede derrotar y que ahí están los más grandes aliados de las masas latinoamericanas, contra la cobardía y el cinismo de las burguesías nativas y las direcciones traidoras.
¡Todas las fuerzas del movimiento revolucionario que luchan bajo las banderas de la IV Internacional a Colombia! ¡Hay que poner en pie un partido revolucionario insurreccionalista de combate, que es lo que las masas necesitan!
Los trotskistas, como vemos en esta jornada, estamos insertos en los procesos clave de la revolución y de la guerra civil. Esto no es por casualidad. No es porque nos tocó en un sorteo, sino porque lo buscamos afanosamente. En Siria, en Palestina, como ayer en Libia y hoy en Colombia y Chile, intervenimos directa y agudamente en los focos más avanzados de la revolución mundial, luchando por poner en pie ligas de cuadros revolucionarias que buscan incansablemente un camino a las masas en las mejores condiciones que el movimiento revolucionario puede tener: en la revolución misma, allí donde el reformismo a cada paso se rompe los dientes con su programa y su estrategia revisionistas.
Interviniendo en estos procesos revolucionarios pudimos mantener nuestro rumbo, actualizar el programa de la IV Internacional y recuperar la enorme validez de su teoría y su estrategia, que han demostrado pasar la prueba contra todos los revisionistas y oportunistas que hoy están colgados a los faldones del stalinismo, de los regímenes burgueses y los imperialismos “democráticos”.
Pero para nada podemos contentarnos con ello. Sabemos que con el tiempo que nos dan las masas con sus incontables sacrificios en sus ofensivas revolucionarias, nuestro desafío es crear las condiciones para volver a poner en pie fuertes partidos trotskistas de combate, esta vez al calor de la revolución misma.
Todas las fuerzas de los ex grupos trotskistas han sido entregadas en La Habana en un “pacto de reconciliación” con el castrismo en una conferencia donde el stalinismo “rehabilitó” la figura de Trotsky en Cuba en mayo de 2019. Los liquidadores de la IV Internacional le dieron al stalinismo esa bandera para que con ella limpie la mugre de sus traiciones: la entrega de Cuba al imperialismo, sus pactos en Venezuela, su traición al paro indefinido en Colombia, sus puñaladas por la espalda al levantamiento revolucionario de Chile, su apoyo a Lula y al PT en Brasil y sus comitivas enviadas a avalar al fascista Al Assad que masacra a las masas de Siria. Mientras tanto, todos se han colgado a los faldones del nuevo estado mayor contrarrevolucionario del planeta bajo el mando de Biden.
El stalinismo y los renegados del trotskismo son y serán responsables no solamente de los desvíos y trampas que la burguesía busca imponer a las revoluciones que están en curso, sino también de las masacres que están organizando u organizarán los “demócratas” de Wall Street.
Estas direcciones son responsables de luchar a brazo partido en Chile y ahora en Colombia para decirles a las masas que a los fascistas y a la policía asesina se los enfrenta con una boleta electoral, con llamados pacifistas a una Asamblea Constituyente, donde dicen que “el movimiento obrero aprende”. Todos, como la LIT-CI y sus partidos, son enemigos de abrirles a las masas la perspectiva del armamento y la puesta en pie de la milicia obrera y campesina. Como decía Trotsky, si no se le puede oponer el revólver al parlamentarismo burgués cuando las masas entran entrampadas a él, es un millón de veces más criminal querer entregarle a los explotados boletas electorales y no revólveres cuando los fascistas van por ellos.
Así definía Trotsky al stalinismo: gente que va a cantar la marcha nupcial a los entierros y la marcha fúnebre a los casamientos. De ello se trata la bancarrota de los liquidadores del trotskismo que, atados al stalinismo, se han pasado a las filas del enemigo.
En Medio Oriente ya se desenmascararon sosteniendo a Al Assad y poniéndose bajo las órdenes del imperialismo yanqui en el Kurdistán. Su apoyo al multimillonario sionista Sanders no es nada que ellos no hayan hecho antes, sosteniendo la política de “dos estados” en Palestina, bajo las órdenes de sus jefes: la izquierda de Wall Street.
El reformismo ha imbuido de pacifismo a la vanguardia obrera, sometiéndola a la burguesía y a sus “cantos de sirena”, mientras el fascismo asesina a lo mejor de la sublevación de masas. La lucha por una dirección revolucionaria del levantamiento es urgente. Más tardan los explotados en llevar hasta el final su combate, poniendo en pie una poderosa milicia obrera y campesina, y más y más se agrandará el fascismo para aplastarlos en un baño de sangre.
La masacre del imperialismo y las burguesías de Medio Oriente a las masas de Siria, Yemen, Egipto y Túnez los ha cebado. Antes de que sea demasiado tarde, rompiendo con el pacifismo, los explotados encontrarán el camino al armamento y al desarme de la policía, las bandas fascistas y los grupos parapoliciales, de forma organizada y centralizada. Al decir de Trotsky, el fascismo es la vanguardia del sistema capitalista en bancarrota y la milicia obrera es la vanguardia del proletariado y su insurrección. Allí se concentrará la batalla central en el momento revolucionario que empezó.
Esta cuestión es indispensable para poner en pie y desarrollar un doble poder que avance en la victoria de la revolución socialista, a una insurrección victoriosa que ponga de pie una Colombia obrera y campesina. Una revolución que expropie la tierra de manos de los sicarios testaferros de las transnacionales y del “narcoestado” que la han ocupado a sangre y fuego, expropiando al campesino y al pueblo pobre de Colombia. Una revolución socialista que ataque a las transnacionales, a las mineras, a las petroleras, a la Chiquita Brands y que rompa con el FMI.
Los trabajadores y el pueblo de Colombia no se merecen la vida, el hambre, la esclavitud y las privaciones inauditas que les han impuesto sus elites dominantes.
La revolución que ha comenzado triunfará derrotando al gobierno de Duque y al régimen infame, rompiendo con el imperialismo y expropiando a los expropiadores del pueblo: los capitalistas. Ese es el camino para que el pueblo coma y viva dignamente.
En Colombia se está dislocando un eslabón clave de dominio imperialista en América Latina. Las burocracias sindicales del continente, que someten al proletariado a su propia burguesía país por país, impiden un combate unificado y centralizado de la clase obrera latinoamericana con sus hermanos de EEUU para frenar la masacre que ha comenzado en Colombia y para que nuestros hermanos de clase triunfen.
El reformismo no ha ido más allá de las declamaciones en “solidaridad” con las masas de Colombia y de los “apoyos” desde lejos.
Una Jornada de Furia de la clase obrera latinoamericana, con paros, piquetes, huelgas, acciones en las calles, marchas a las embajadas yanquis y colombianas, donde están los representantes de los asesinos del pueblo, es lo que necesitan los trabajadores y jóvenes de Colombia para vencer.
No será Biden ni Sanders, sino la clase obrera norteamericana combatiendo por los explotados de Colombia como ayer lo hizo contra Trump, quien podrá frenar la masacre a las masas.
Esa es nuestra lucha y nuestro compromiso. Como planteaban los trotskistas en los años ’30: “el proletariado de América Latina no ha podido, no puede, no podrá luchar eficazmente por sus intereses de clase, sino en concurso del proletariado de los países imperialistas. Así pues, para los bolcheviques-leninistas, no hay ninguna tarea más importante que la de establecer la conexión y más tarde la unificación entre las diferentes partes de la organización proletaria del continente, creando un organismo tan bien construido que cualquier vibración revolucionaria de él acaecida en la Patagonia, repercuta inmediatamente como transmitida por un sistema nervioso perfecto, en las organizaciones proletarias revolucionarias de los EEUU. Mientras tal cosa no se realice, la tarea de los bolcheviques leninistas en el Continente Americano, no se habrá llevado a cabo”. Esa no es otra que la tarea del movimiento revolucionario internacional.
Las masas de Ecuador, Chile, Guatemala, Perú, que son parte de esta misma oleada de combate, jugarán un rol decisivo en sincronizar los enormes combates que han comenzado.
Esta nueva oleada de revoluciones, hijas de un profundo crac y crisis capitalista, ha puesto al rojo vivo el combate por recuperar las banderas de la IV Internacional, por reagrupar a los revolucionarios que con estas lecciones, al decir de Lenin, haga que cada uno de nuestros cuadros valga por 10.000 de los traidores. De ello se trata que lleguemos a tiempo a poner todas nuestras fuerzas como un punto de apoyo para conquistar un reagrupamiento revolucionario e internacionalista de la clase obrera mundial. Es allí donde recuperaremos las banderas y la estrategia de la IV Internacional, que fueron entregadas por quienes la traicionaron. |