05/09/13

Nota de un periodista de un diario de la burguesía de Las Heras.
Una visión particular del tribunal

Diario La Vanguardia del Sur

"...A algunos les resultó notable -durante todo este período- la “soledad” en la que se encontraban los familiares e imputados.." 

 

Caso Sayago, la dificultad de unir las partes

de un espejo trizado

el 05 Septiembre 2013. 

 

El juicio por la muerte de Sayago está llegando a su final. Fueron casi dos meses de audiencias, con algunas anomalías. Pasaron siete años desde los hechos violentos que terminaron con la vida del policía (comisario post-mortem). 

 

A algunos les resultó notable -durante todo este período- la “soledad” en la que se encontraban los familiares e imputados. 

A veces, en el salón de recepción, donde colocaron una pantalla gigante con dos parlantes y al frente las sillas, había un padre, una madre, una esposa o un hermano de alguno de los acusados que estaba para acompañar. 

La mayoría fue gente silenciosa que vive en Las Heras y que miraba con estupor lo que algunos de sus vecinos decían como testigos. Se transparentó también la inquina entre vecinos, entre ex amigos, pero también las complicidades. Tanto uno u otro sentimiento echaron otro velo ante verdad tan opaca acerca de lo que sucedió aquella noche, entre el 6 y el 7 de febrero de 2006. 

En silencio llegaban los familiares, y en silencio se iban, murmurando palabras con sus familiares acusados. 

 

CABOS SUELTOS

Los testigos pasaron como en una obra de teatro. Cada uno reconstruyó una parte de la escena de la turbamulta atacando a los policías, de los disparos, del caos, de gritos, de Sayago caído. 

Fueron fragmentos pero de un espejo trizado, donde no coincidían las partes, los cabos sueltos. 

Fue un momento en la vida de Las Heras, un pueblo petrolero que vivió un hecho de violencia con curiosidad. 

Ayer, dos pibes que eran adolescentes en ese entonces se enfrentaron otra vez en un careo. Uno lloró desconsoladamente: “Por qué decís que yo fui. Por qué”, le preguntó Franco Padilla al “Chino” Martínez su ex amigo que lo acusó de haber participado del hecho. 

Así fue el juicio. Algunos llegaron al juicio por dichos de otros.

No por algo la primera imagen que se le viene a la mente a la gente de zona norte de Santa Cruz, cuando se le pregunta por el Caso Sayago es “Fuenteovejuna”. Quién mató a Sayago: ‘Fuenteovejuna’. 

Sin embargo, alguien le pegó un tiro que le penetró la clavícula hasta el pecho, alguien le dio un golpe con un objeto contundente en el cráneo, y alguien le dio patadas y trompadas. Quiénes. ¿Fuenteovejuna? Los abogados querellantes dicen que no, que son, al menos, cuatro, con nombre y apellido. 

 

EL TIRADOR Y EL VOCERO

Eso sí. Hubo una especie de francotirador, dicen, con mirada telescópica, que disparó a los policías. Pero jamás apareció ese tirador, nadie sabe quién es, se esfumó, nadie sabe quién es. 

Y por quien se generó la turbamulta: Mario Navarro, el vocero petrolero, no se lo encontró, no se dio con su paradero. En algún lugar estará enterándose de lo que ocurre aquí. Puesto que al final, tanto lío fue para pedir por la liberación de él. 

No es un crimen común. A Sayago los que lo mataron no lo odiaban. Es más, ni siquiera sabían quién era ese policía al que le sacan el casc, que después cae o lo derriban. Fueron patadas y palazos a una institución que había encarcelado al vocero. No lo mataron por ser Sayago, sino por ser policía, y, quizás, ni siquiera lo mataron por ser policía, sino por representar a un poder que no estaba escuchándolos, tal vez. Al menos esa es, también, la idea de algunos que los acompañaron desde el comienzo. 

Hay una abogada del Partido Obrero, Claudia Ferrero que eso opina más o menos. El Partido Obrero estuvo apoyando a estos petroleros. Igual, llamó la atención que en el juicio, durante todo el desarrollo, casi nadie se acercó. Ayer estuvo una venerable madre de Plaza de Mayo, Elia Espen, quien con sus 82 años, estuvo firme mirando el juicio. 

 

COMBATIVOS

Sí hay que reconocer que estuvieron desde el primer momento, grabando todo con cámaras de video, apoyando, participando y hasta acusando a los jueces que querían detener a los testigos, gente del partido Democracia Obrera, un sector de izquierda que no tiene nada que ver con el PO, y que su postura incluso es combativa, acompañando a comisiones internas de fábricas en todo el país. 

Esta gente de democracia Obrera y de una editorial afín, son los únicos que pueden jactarse que vieron todo, absolutamente todas las horas del juicio. Preparan un libro sobre ello. 

Ellos incluso llevaron a Buenos Aires a dos o tres de los imputados, entre ellos a Darío Catrihuala, a que contaran su caso y los “apremios ilegales” que denuncian que sufrieron cuando trasladaban a detenidos desde Truncado a Puerto Deseado, días después de la refriega. 

Un delegado de la comisión interna de la fábrica Paty se asombró de esa “soledad” de la que veníamos hablando al comienzo de este artículo. 

Y no solo los imputados estuvieron solos. También se la vio sola a la viuda de Sayago, Lorena Castro. Callada, escuchando. Y también sola y apartada de su ex nuera, a Simiona, la madre de Sayago. Entre ambas hay un abismo. No se hablan. A pesar de que los abogados de una y de otra coincidieron en muchas cosas en los alegatos. 

Rencores que han quedado y que se ventilaron también durante el juicio y en los medios. 

En fin, hoy será el turno de los abogados defensores. Ellos tendrán que subsanar el mal trance de ayer para sus clientes. Cadena Perpetua. Cómo explicar que los acusados ayer por crímenes pasibles de perpetua, en realidad, deben ser absueltos. Dicen que cada uno tiene su estrategia, sus fundamentos, pero todos coincidieron que lo de la querella ayer fue “más que flojo”, y que sólo “leyeron un discurso”, y acusaron por acusar, que esa es su función. 

 

PALABRA FINAL

De todos modos, la palabra final estará en los tres jueces: Cristina Lembeye, Humberto Monelos y Juan Pablo Olivera; quienes a veces dieron lugar a planteos de la querella y a veces de la defensa. La presidenta Lembeye, incluso, en algunos casos, se permitió ironías y hasta regaños con algunos imputados, como en el caso de Domingo “Chumingo” Bilbao, quien varias veces se ausentó, o a veces se desmayó, por el problema del alcoholismo. 

Ha impuesto su autoridad cuando el abogado Marcelo Fernández llegó tardísimo a la audiencia y lo echó, literalmente, del juicio.

Hay un hombre muerto por un ataque salvaje, por una bala de plomo que le atravesó un pulmón y porque le rompieron el cráneo. Y también hay un grupo de petroleros, o de desocupados, gente de origen humilde y la mayoría con poca instrucción, que está en el banquillo de los acusados